“YO NO FUI”

La expresión “Yo no fui” plasma el recurso aprendido muy temprano por cada quien, para descargar en otros las culpas inmediatas que merecerían fuertes regaños o castigos, y a los cuales habría que anticiparse con rápida confesión de inocencia, mucho antes de que los cargos se formulen o sean descubiertos. “Yo no fui” se trata de un salvoconducto que funciona tan bien en la mayoría de los casos, que se convierte en el amuleto preferido de cualquier sexo y a cualquier edad, como vía rápida tácita o expresa, para expiar grandes y pequeños pecados que podrían quitar el sueño, cuando menos.

A propósito del 4 de febrero, funesta entrada del calendario venezolano vuelta a recordar el domingo pasado, en general ya casi nadie se culpa de los vítores a los golpistas de 1992; tampoco de las complicidades siguientes con la dictadura declarada, que tuvo origen en explícita insurgencia armada contra el sistema de libertades del momento. Serían inocentes originales los diputados que justificaron alzamientos porque el pueblo tendría hambre; los que elogiaron la comedia del golpista mayor al reconocer el fracaso de su intentona, por ese inusual gesto en un antro que estaría plagado de irresponsables; a los notables negociantes y ejecutores de indultos a los malhechores causantes de muertes y daños de bienes públicos. Posteriormente, a los ingenuos del “no vale” que reivindicarían a los tránsfugas como demócratas, mediante abrumador voto popular, porque EE.UU. no permitiría una orilla de playa suramericana al castro-comunismo-cubano.  Je-Je. La tolerancia ya suma 20 años.


En la lista de encandilados por el desparpajo de aquellos salvadores de patria carentes de credenciales fiables, aparecerían luego los fanáticos de asambleas constituyentes ajenas a la Carta Magna; los auténticos colaboracionistas y aprovechadores del desmontaje del aparato judicial y demás instituciones; los calculadores de piches ventajas de la designación de rectores, plazos, circuitos, cedulaciones y otros menesteres electorales a conveniencia del régimen; los asociados a la corrupción clientelar dentro de viejas élites; los becarios de conciencia para atrapar laureles difíciles de conseguir en competencias legítimas; los protestantes de zaguán de las oscuras inhabilitaciones políticas, cárcel, represión, asesinatos y masacres; los de la “calma chicha” ante adulteraciones de documentos de defunción y nacimiento de jerarcas,  por tratarse de males menores sin gran importancia.


Es decir, millones de habitantes de un territorio enfermo, en estado de coma, al cual nadie lloraría en su agonía, antes de la sepultura definitiva. Tantos desertores, todavía campantes por bojotes, que aun resulta difícil encontrar en quien confiar, de buenas a primera. Porque, “Yo te aseguro que yo no fui”, ya lo amenizaba el Maestro Billo hace mucho tiempo…


De mal en peor, en libros que tratan sobre justificaciones de “Yo te aseguro que yo no fui”, en tono gracioso o de burla, aparece una conclusión la cual actúa de purgante para gente con cierta decencia, en lamentable extinción, y es que “la culpa no es suficiente para llevar una vida ética”. Es decir, uno puede sentirse culpable por algo y de todas maneras seguir actuando de manera inmoral. La gravedad es extrema si se celebra la viveza de los reincidentes, como ellos siempre lo aspiran, por falta de vergüenza colectiva.
Así, las culpas de quienes vienen fracasando de un lado y de otro por décadas, en las que se palpa es la mayor riqueza de encumbrados viejos y recientes; el sinnúmero de formulas distractoras y de acción prolongada para  un pueblo que ahora medra entre limosnas, falta de medicinas, alimentos, circulante monetario y medios para adquirirlo, pero que también estaría obligado  a maridar las repetidas ofertas caza bobos, con la boca cerrada, sin derecho a réplicas al régimen que las reprime, y a la oposición que lo imita con  exigencias permanentes de cartas de buena conducta a sus seguidores.
Ante liderazgos que en la práctica pierden ascendiente a muy alta velocidad, debido a pifias que nunca son reconocidas, su ostensible frustración se vuelve despecho cuando buscan “pagapeos” en las bases de la población por males pasados y presentes como la decisión de abstenerse; por rechazar inoportunas postulaciones en medio de duelos nacionales; por oponerse a los caprichos de una fraudulenta asamblea nacional constituyente, desconocida inclusive en referéndum popular; por el entorpecimiento de la tranquilidad de los cogollos con reclamos por la ausencia de logros; y hasta por los descontentos que hieren susceptibilidades a través de los mensajes en twitter, instagram, y demás redes sociales. En resumen, por la incomprensión a la familia a la que estaría condenada a la incondicionalidad, y la desconcentración en atacar a la tiranía, día y noche, para salvar la honra de la supuesta oposición unida, la cual rara vez sobrepasa la imaginación de un reducido grupo.
En la mente de muchos oposicionistas de oficio en la política venezolana, existe la certeza de que sus altibajos son el resultado de la incomprensión de un pueblo que no sabe valorar el gran esfuerzo que ellos hacen. Sin embargo, el considerar la validez de las quejas populares y el darles respuestas a tiempo, a menudo se despacha negándola o restándole importancia. La culpa sería huérfana. ¡Échame a mí la culpa!, si es con mariachi mejor… 


El artículo adosado forma parte de “Experiencias Mayores”, suplemento en el programa “Estamos en el Aire”, a las 4:30 de la tarde, cada sábado. Breve espacio editorial ligero, con música a propósito del asunto que trata, entrevista y  gotas de humor.  Por http://www.radiorumbos670am.com.ve/, en cuya discusión los interesados pueden tomar parte por los teléfonos +58 212 284.04.94 y 285.27.35, o mediante mensajes directos por Twitter, a Josué Fernández, @jodofeal, o aquí en  www.comunicadorcorporativo.blogspot.com












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