De la WEB 1.0 a la 9.0, por Josué D. Fernández
Probablemente
son pocos quienes han sentido curiosidad por escudriñar la relación entre
esos “.0” que se han venido añadiendo al
término “WEB”, y la dependencia de cada ser a ciertos implantes dominantes en
las manos de muchos, en forma de sinnúmero de
aparatos portátiles inteligentes, destinados a la “comunicación”
electrónica, pero igualmente a la
virtual incomunicación interpersonal.
El
tema tampoco sería indispensable ni motivo de urgencia de mayorías, sumergidas
como están a menudo y profundo, con aparentes propósitos evasivos, en distanciamientos
tales que les transportarían a otros planetas. Entre jueguitos electrónicos,
chat de escaso valor agregado, permutas de instantáneas, frivolidades en red, y
exposición a delitos cibernéticos, quizás estarían padeciendo un síndrome que exige
atención profesional.
Así
mismo, faltaría educación específica para que prevalezca el lado positivo de la
evolución a la WEB 9.0, y más allá hasta el infinito, a la que se ha llegado
desde el aprovechamiento individual del ciberespacio, a la reciprocidad
mediante blogs y páginas web, y más recientemente a la inteligencia colectiva
que lleva a compartir recomendaciones de calidad en cualquier tema, incluyendo
comandos de voz, entre otras mejoras apreciables. Las alarmas recaen incesantemente en las
generaciones jóvenes, como las más propensas a sucumbir en el espectro
negativo. De los adultos mayores, resulta lastimoso el verlos atrapados a
destiempo, en entramados de trivialidades, antes que ocuparse de dar ejemplo admirable
a hijos o nietos.
Las personas que sufrirían algún
trauma son reconocidas fácilmente cuando yacen abducidas por esos aparatos
portátiles, que se apodera primero de sus manos, luego de la vista, oídos y el
resto de sus sentidos, hasta hacerlas ausentes a pesar de incontables pares de
ojos, allí mismo al lado, que las observan desconcertados. Los trances se
presentan por igual en reuniones serias, conferencias, en comida familiares o
de negocios, o a punto de consumar amores. Imperdonables como excusas de
aburrimiento o desinterés, convertidas
en ofensas a interlocutores inmediatos.
El padecimiento tendría gravedad
superior cuando ocurre en forma de ataques frecuentes, porque entonces adquirirá
carácter crónico, con terribles efectos residuales. Hay que expresar que
estamos viviendo la abstracción vuelta atentado contra el vínculo interpersonal,
permutada irónicamente por la sensación de poseer en la mano al mundo,
inalcanzable en lo real. La tecnología
que nos invade evidencia la pequeña molécula del universo que integramos, pero
preferimos aferrarnos a la fantasía de supuesta trascendencia a semejante
condición microscópica.
Lo bueno es que, en términos de
captar versiones propias de acontecimientos de conmoción general, las viejas
alcabalas para asimilar los hechos que no fueran inmediatos, se sustituyen por
autosuficiencias para descartar credibilidades y sospechas prefabricadas. El
juicio individual se ha convertido en decisivo de cuales son debilidades o
fortalezas de las instituciones, personas, ideas, productos y servicios
sometidos al escrutinio masivo. Recientemente hemos presentado el libro
“Evanescencia de la Imagen Corporativa” en el que se describe un sistema para
dar en el blanco efectivo de la nueva opinión pública atomizada, con alegatos pertinentes para reforzar
situaciones preventivas de mantenimiento en la memoria colectiva,
preferiblemente, o de responder
puntualmente a crisis contingentes.
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