DOMINGO 7: Esencia de Violencia


Apostados en escondrijos tenderían la emboscada  a verdaderos “soldados de la patria” -pero estos inexpertos y en desventaja-,  para acribillarles sin dejarles salir del desconcierto y del callejón de “La Alcantarilla” de Puerto Cabello. Allí fueron asesinados a  sangre fría por coterráneos, con aliento de agentes del imperio del tirano Fidel Castro, ya veteranos en 1962 en  paredones, fusilamientos y ejecuciones sumarias desprovistos de atenuantes para familiares, conocidos desde la infancia o amigos de toda la vida, “aun siendo inocentes”.

Con acecho y  acoso  de genocidas cubanos apoyados en la traición local, la recluta criolla engatusaría primero a adolescentes liceístas, quienes todavía atesoraban frescas aventuras de “Supermán” en muñequitos;  patines “Unión” y “Winchester” de cada diciembre, y  pistolitas de agua del carnaval. La esencia de violencia les adormecía con caricias de fusiles “Fal” y demás pertrechos militares, robados o contrabandeados,  prometedores de  gloria suprema tras salvar a los pobres. Empujados a la siembra de terrorismo y muerte, no habría escape posible al plan último del saqueo del petróleo del subsuelo en retribución a esa tutoría,  con ocultos colmillos de dominación. La entrega irreversible esperaría hasta 1998, cuando una mayoría facilitaría la cuchillada mortal de los reincidentes, fichados en expedientes subversivos y golpistas por incansables décadas.


La Republica Bolivariana (“RB”) crecería sobre una riqueza petrolera que a nadie costaría gran esfuerzo sacarla de abajo, y por lo tanto constituiría botín permanente y endosable a cualquier aventurero dispuesto a lidiarla,  según la atinada predicción de escasa resistencia debido a otro principio universal de que los regalos tampoco durarían demasiado, y las penas no pasarían de comprobar “el se acabó lo que se daba”.  Así, repitiendo acechos y acosos, cual animales insulares de rapiña cruzados con bolivarianos,  en la historia de “RB” los pobres padecen su misma pobreza, mientras los ricos de ahora no paran de gozar, pero vociferan y tiemblan por la corrupción descubierta y perseguida por leyes de Estados Unidos, o expuesta en Francia por Juan Reinaldo Sánchez, guardaespaldas de Fidel Castro durante 17 años.

Con pocas treguas en el período democrático precedente al 2000, de pura esencia de violencia se empaparían muertes de policías municipales ajusticiados por cobardes guerrillas urbanas, ataques a trenes turísticos llenos de distraídos pasajeros, arremetidas contra desprotegidas poblaciones aisladas, incendio de unidades de transporte público, asaltos a la UCV y “guarimbas” semanales en plaza Venezuela y “las tres gracias”.  Delitos perdonados con incomprensible benevolencia a través de una “pacificación” aprovechada para la renovación de fuerzas y la reincidencia múltiple. En el colmo del suicidio colectivo, después vendrían sobreseimientos e indultos, atrayendo fechorías y  bandoleros amparados en la ausencia total de castigos.


En época previa al abandono del pueblo por poderes ciudadanos que olvidaron el bien común, a favor de exclusiones partidistas, hubo instituciones como Pro-Venezuela y Alejandro Hernández, exigiendo atención al lema de “La violencia es el arma de los que no tienen la razón”. Sin embargo, las continuas pacificaciones enmudecerían y anularían aquella propuesta, para ceder a la aberración oficial de la violencia como arma de los que sí la ejercen y seguirían igualmente con la razón. La convocatoria a diálogos e invocaciones de paz, solo resultaría confiable para agentes de parecidos e históricos prontuarios de violencia. “RB” es un estado fugitivo pendiente de justicia por transgresiones y temeroso retiro de la Convención Americana de Derechos Humanos.



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