“BOLICHICLE”
Son
tantos los abusos del prefijo "boli" en cuanto desmadre lleva la
firma de la dictadura venezolana, que es fácil deducir que su ingrediente
activo no podría ser otro que el "bolichicle". Ambos resultan un
pegoste al poco rato, se quedan desabridos en minutos, sin forma definida al
masticarlos, y la gente es más feliz cuando se deshace de ellos y los tira a la
basura. La peor característica del “bolichicle” para quienes lo sufren es la de
llevarlo pegado en la suela de los zapatos, sin técnica rápida de quitárselo,
como ocurre con las tiranías comunistas que invaden naciones distraídas, y
luego no hay manera de echarlos por medios convencionales.
El “bolichicle”
y sus fanáticos son igualmente desabridos al quedarse en simples ejercicios
de la lengua, con cortísimo repertorio para disimular la falta de
argumentos y la prolongación de la fugaz experiencia mediante desagradables
ruidos de mandíbulas. La mayoría de personas se aleja de quienes mastican “bolichicle”,
en la práctica diaria y en las perniciosas revoluciones tachadas así mismas de
modo indistinto de comunistas o de socialistas, a decir del patriarca Fidel
Castro antes de morir. Al final ellos quedan solos con su fastidiosa monotonía,
y el resto vive pendiente del lugar a donde tirarán la goma gastada y
exprimida, al temer que allí aparecerán
nuevas víctimas.
Pero
a los adictos al “bolichicle” se les nota a su vez una grave inseguridad
individual y de grupo, y no son ajenos al rechazo que producen con su
indecisión, por lo que llegan a reconocer en privado entre familiares y amigos
cercanos, que están enfermos, también nerviosos
en extremo si les llevaran la contraria. Ellos confiesan en voz baja que si les
quitan el “bolichicle” pueden tener ataques de “calambrina”, tal la cantaban la
pareja de Kiko Mendive y Beto Parra, a inicios de los sesenta
del siglo anterior, a escuchar en versión original de seguida.
Las
sobredosis de “bolichicle”, con nocivos
efectos al estilo de la
“calambrina”, también reflejarían el
carácter voluntarioso de los perturbados, con empeño desmedido en doblegar a
los otros con irresponsables ocurrencias, incluso mediante la fuerza, copiando
métodos represivos de las revoluciones expresamente armadas. En esa dirección se atreven a formar
cualquier “patuque” de órdenes y contraordenes, de arriba hacia abajo, sin
poder salir de su desorientación, mientras paralizan a la gente alrededor que
no saber qué hacer.
En
la etapa peligrosa de los excesos del consumo de “bolichicle” se dictarían
decretos de aumentos de salario mínimo, de bonos a trabajadores particulares y
públicos, para los que no existen monedas y
billetes con que pagarlos, los cuales impedirían operaciones de empresas
que deben cerrar puertas, despedir empleados, anulando la producción nacional;
y hasta resultaría comprometida la viabilidad de las fuerzas armadas, según declaró
su ministro jefe.
Capítulos
de adicional maldad contra el pueblo entero se escriben en la obligación de
mantener precios devaluados de productos y servicios, los cuales acaban con
todo interés de poner esfuerzos para llevarlos al mercado, terminando en
estantes vacíos de farmacias, abastos y supermercados, quedando el espacio para
una interminable escasez. Antes de “bajar la santamaría”, o proceder a la
clausura definitiva del país en intento oficial, devastador, terminal, ahora se
diseñarían medidas que recaen sobre bancos y sistema financiero privado, generando
desconfianzas y desalientos para el uso de la moneda nacional que recrudecerán
al cancelar esa intermediación aún confiable.
La apuesta remanente de los que no pierden la cabeza en medio de la lista de dolorosos estragos del “bolichicle”, es porque todavía haya tiempo para salvar un pedazo de tierra venezolana, libre de incompetencias de la Corporación Eléctrica Nacional, S.A. (Corpoelec), para mantener encendida la divina luz sobre el entendimiento colectivo, en el acierto de solución a las calamidades creadas por el régimen, calcadas de la opresión al pueblo cubano durante 60 años. Una bendición la ruega el grupo “Un solo pueblo”, con su estribillo “Alumbra, alumbra, alumbra, alúmbrame el zaguán", cantado por navidad al comienzo, mas indispensable como nunca en estos momentos de aterradora oscuridad. Volvemos el próximo sábado, Dios mediante…Chao.
Ensayo audiovisual para público
de pregrado, disponible en la voz del autor, en colección de Josué D.
Fernández, con temas musicales editados, más cortos, al pinchar en:
El artículo adosado forma parte de
“Experiencias Mayores”, encartado del programa “Estamos en el Aire”, a las 4:30
de la tarde, cada sábado. Breve espacio editorial ligero, canal de catarsis del
desconcierto de su autor, con música a propósito del asunto que trata,
entrevista y gotas de humor. Por http://www.radiorumbos670am.com.ve/, en cuya discusión los interesados pueden tomar
parte por los teléfonos +58 212 284.04.94 y 285.27.35, o mediante mensajes directos
por Twitter, a Josué Fernández, @jodofeal, por canal personal de YouTube, o
aquí en www.comunicadorcorporativo.blogspot.com
Ampliaciones al
pinchar imágenes de abajo.
Nada mas acertado, Sera que nos podremos quitar este pegoste en algún momento?
ResponderEliminarAyudando con lo que se tiene a mano. Abrazotes Carmen.
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