DOMINGO 7: “SIN QUERER QUERIENDO”
Por
Josué Domingo Fernández Alvarado
El
cómico mexicano Roberto Gómez Bolaños,
“Chespirito”, en su personaje de El Chavo
del Ocho, siempre recurría a la
muletilla “sin querer queriendo” para
justificar sus tenidos como inocentes e
involuntarios desmanes, pero que igualmente producían algún daño a las
otras personas y cosas en su vecindad. Siendo condescendientes, por allí también vendrían
los tiros de la Revolución Bolivariana,
la cual ha ocupado completamente lo que va del siglo XXI en Venezuela, sumando cifras
“rojas-rojitas” en las que las buenas
intenciones serían difíciles de encontrar.
Entre
los muchos ejemplos recientes que descubren similitudes entre el personaje televisivo
y la gestión llamada bolivariana, se hallaría la norma atinente a conserjerías
en viviendas multifamiliares, que llevaría a la eliminación de esos puestos de
trabajo con vivienda barata incluida, antes de que los condominios las pierdan
para siempre. Igual inspiración cargaría la propuesta legislativa que reduciría las
ofertas habitacionales en alquiler, por razones como la anterior, con el daño directo a quienes quedarían por
fuera del mercado de compra-venta. Pocos tomarían en serio los dos millones de
casas que caerían del cielo a cambio del continuismo en 2012, de más de lo
mismo, como solución válida al problema habitacional.
En
el acumulado a la fecha, partiendo de las actividades básicas de la economía,
las ocupaciones de fincas agrícolas y ganaderas han traído la desaparición de
gran parte de los productos nacionales y la sustitución por importados que sí
generan empleo y riqueza en los países de donde provienen, a costillas de
Venezuela. Las expropiaciones de empresas terminan en desabastecimientos a la
larga, y en la extinción de beneficios contractuales, mejoras salariales e
instituciones sindicales, las cuales al ser absorbidas claudican a sus luchas
por coerciones oficialistas.
Resulta
cuesta arriba el avizorar un buen panorama para las nuevas generaciones, bastante
improbable al contabilizar el aumento continuado del costo de la vida, alrededor
de una tercera parte cada año que pasa; bajos intereses para los ahorros; y
sueldos y salarios que siempre se quedan detrás de esos incrementos.
Adicionalmente, de poco serviría andar sin prendas finas o con los bolsillos
vacios, porque entonces el hampa asaltaría para arrebatar teléfono portátil,
moto o carro, con riesgos de perder la vida además por nervios o crueldad del
atracador. Si se saliera de la universidad no se entra fácil al mercado de
trabajo bien remunerado, y si la meta es una casa los altos precios lo impiden,
mientras ya nadie quiere alquilar ni siquiera una habitación.
A
la calladita, y sin querer queriendo,
la acción de mayor éxito del gobierno revolucionario bolivariano ha sido la
promoción de la misión “Deserción” comenzando por las escuelas oficiales que
cada año cuentan con menos alumnos entre otras razones porque son casi
invisibles los alicientes para estudiar. Deserción de salir a la calle al
ponerse el sol por miedo a asaltos frecuentes. Deserción al matrimonio y a
tener una familia por falta de espacios adecuados para alojarla. Deserción del
empleo fijo al comprobar lo inútil de su búsqueda en el país. Deserción a la buena alimentación por lo
costoso del acceso a la misma. Deserción al deseo de prolongar la vida frente
una grave enfermedad por carencias de medicinas y hospitales. Como nunca en la
vida e historia de los venezolanos, deserción de todo quien pueda a sus amigos,
la familia y los lugares que lo vieron crecer, en busca de mejores condiciones
en cualquier otro país que pueda recibirles.
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