DOMINGO 7: AHORA ¡SÍ VA!
Por Josué Domingo Fernández Alvarado
Es difícil encontrar registro confiable sobre el
momento en que la expresión “¡Sí va!” se hizo cotidiana en
Venezuela. De pronto, desde las clases sociales más numerosas comenzó a
escucharse en el saludo de motorizados, entre obreros, en colegios populares, y también, aunque
menos, en ambientes más pequeños de clase media y profesional. En 2007 hubo un
intento de “apropiación” del “Sí va” para la campaña a favor de
la reforma constitucional impulsada por el gobierno, pero no pasó de ser el título
de un blog oficialista, abandonado después de la derrota electoral.
Sin embargo el “¡Sí va!” popular y original, como
dicho afirmativo, ahora sí estaría encerrando
renovados valores como los que siempre habrían caracterizado a la
mayoría de los venezolanos, y sobre los cuales, quizás, se podría reconstruir el
país tarde o temprano, impulsados todos por esa disposición a llegar a
acuerdos, a sumar apoyos a las causas que se asomen como justas, aunque haya
tropiezos salvables con los que van en contracorriente.
Resultaría indispensable superar al gobierno y a
sus colaboracionistas en su “fortaleza” de partir el país en mitades, la de
buenos que viviría sumisa y postrada ante sus designios, y la de los malos que sólo
exigen diálogos, libertad de presos, cese de inhabilitaciones políticas,
disminución palpable de índices de inseguridad, atención hospitalaria
continuada, una economía que garantice predecibles costos de la vida sin alta inflación, alimentación al alcance,
viviendas con pocos riesgos de derrumbes,
servicios de agua y luz para Caracas y el interior por igual, respeto a las
universidades autónomas, a la educación y la libre expresión, y un “parao” sin más
cuentos al endeudamiento así como a los regalos petroleros en dólares y especie
a otros países, acabando igualmente con la corrupción, y castigando a los muy
conocidos corruptos.
La enfermedad del Presidente y las luchas internas que
ha suscitado en su propio partido, mantienen intacto su afán por imponer un país partido en dos toletes, coincidiendo cualquiera
de los que se cree su fiel sucesor en la oferta de desconocer las organizaciones políticas democráticas ya
existentes como punto de partida, para sabotear la unificación y consolidación que
vuelva sustentable al país.
Ellos desearían gobernar en el caos al igual que
algunas células de rezagados de la
oposición radical que se agitan de manera espasmódica, porque
igualmente preferirían que los partidos no tomen iniciativas ni se dejen ver, para
presumir entonces, como los primeros, de la representación de liderazgos emergentes, ó de libérrimos de
conciencia. Sin embargo, ese empeño de unos y otros apenas es reflejado por
contados seguidores bastante dispersos, sin mandos comprobados, y apenas visibles en llamadas telefónicas ó
mensajitos de texto a algunos programas de radio y televisión, incluidos los de
VTV, radioemisoras y periódicos del gobierno, convirtiéndose en conjunto en los
propios saboteadores de las oportunidades reales e inmediatas de las salidas
democráticas.
La tarjeta única de la oposición puso fin a las
excusas para sumar a regañadientes forzados apoyos a los partidos. Quienes
deseen prolongar la conocida patraña del socialismo del siglo XXI en Venezuela,
lo podrán hacer sobradamente con todas las opciones que seguramente abarrotaran
al tarjetón electrónico en apoyo al régimen. Quienes confíen en un mejor país,
ajeno a cualquier color obligatorio, también tendrán su tarjeta única para así
manifestarlo. Quienes apoyen a algún partido en la oposición, del mismo modo serán
capaces de añadir sus adhesiones para revivir o enterrar el sistema de
agrupaciones políticas que garantizaría los relevos en los sistemas acreditados. El poder de
militancias partidistas conocidas, permitiría cuantificar además el número de venezolanos
dispuestos, en serio, a la defensa de la democracia, cada vez que se halle en
peligro de extinción, tal cual han renacido esta vez con el logro de su tarjeta
única y todas sus opciones unitarias para un mismo candidato de oposición. ¡Sí
va!
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