Papeles de Pobres


Muchos de quienes se ufanan de compartir inclinaciones de camaradas revolucionarios con Juan M. Serrat, quizá celebraron como inteligente sarcasmo aquello de los "papeles de pobres", mencionados en su pieza "Disculpe el señor". Sin embargo, para los confinados de muchos años sufriendo revoluciones armadas de izquierda o de falsos regímenes  a favor de  desposeídos, esos papeles serían y siguen siendo tan reales y crueles como boletos obligatorios para ahuyentar el hambre, protegerse de la intemperie, lograr un mínimo de socorro en caso de enfermedades, o simplemente andar por las calles. 


Adicionalmente, esos  papeles que a la inversa bien  podrían llamarse de la honradez sin otros afeites, hoy  serían piezas de alcancías  debido a cegueras  desbordadas en playas públicas y privadas de corrupción, que dejan en pelotas  a  hombres, mujeres, jóvenes y ancianos ─como si nada─.  Para confiar ahora mismo en alguien,  ya haría falta comprobar sin mediación de gestores las cartas de buena conducta, de antecedentes penales, referencias personales, certificación de domicilio,  "carnets" de identidad y autenticaciones a toda prueba de estudios cursados. 


En tales circunstancias, un hecho positivo  es que el papeleo obligatorio se viene convirtiendo en rasero de pobres desafortunados, y a la vez de  afortunados en general ─que siempre se pasan por encima cualquier regla─,  pero  que les vale de poco cuando nadie está  libre de sospechas. Hasta las falsificaciones de copias "fondo negro" y las adulteraciones de documentos caen en desuso por la precisión  de generaciones avanzadas de detectores de fraude. La premisa anterior es nula en dictaduras extremistas, a decir la cubana e imitaciones, donde se adulteran y ocultan el acta de defunción de célebre militar golpista que asaltó el poder con prórrogas adulteradas, el lugar foráneo de quien le sucedería ilegítimamente, y la elección y juramentación de una asamblea de diputados mercenarios doblegados a la tiranía.


De manera complementaria, la carta de identificación internacional deja de ser un derecho para todos, especialmente en países de herrumbradas cortinas de intenso rojo comunista, filtrando al máximo las noticias de adentro sobre abusos de sus dictaduras. En otros lugares con color similar, el asunto de ricos y pobres cambiaría a funcionarios y sumisos privilegiados según la incondicionalidad profesada al régimen. Para los demás,  Venezuela a la cabeza, restaría la opción de contar con un pariente millonario por fuera, quien pagaría una fortuna en divisas por el pasaporte, aun con innumerables restricciones de tránsito en el extranjero.



De no ser por la perversidad de quienes
propician el descalabro, el corolario de este último párrafo exigiría
aplausos para los comunistas que, en su única bondad, impiden a los pobres retenidos como cautivos que salgan a sufrir mirando los lujos de la libertad que les están negados en sus tierras. "Disculpe el Señor", del álbum merecidamente bautizado UTOPÍA, es el título de la canción de Juan M. Serrat que tuvimos de fondo y se escucha en el enlace a continuación.  








Narrativa oral y tema musical en:

























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 desde el periódico

Esta entrada aparece publicada con la firma de Josué D. Fernández, en su columna ALCANCIA, en "Acento News", periódico quincenal de Miami, Florida, EE.UU, en la edición  Nª6, de 2da. Quincena de Febrero 2020.


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