“CABALLERO A LA MEDIDA”, por Josué D. Fernández (*)

Cuando la dictadura anterior se afanaba como ahora por una Asamblea Constituyente en 1953 ─parece ser el tatuaje en los brazos de las tiranías al menos en Venezuela─, en el vecindario mexicano se estaba rodando “Caballero a la Medida” protagonizada por el sin par Mario Moreno “Cantinflas”. En las cercanías del Caribe eran tiempos de disimulo y discreción  y, a finales de ese año, la sociedad caraqueña bailaba la inauguración del Círculo Militar de Caracas, tras  “el corte de la cinta tricolor” a cargo del general Marcos Pérez Jiménez.

A medida que avanzaba el rodaje de Cantinflas,
la República de Venezuela por otra extravagante iniciativa abandonaba el supuesto lastre de unos Estados Unidos que venía cargando en su nombre desde 1864, llenándose además de algarabía cada 2 de diciembre,  con las obras monumentales del “Nuevo Ideal Nacional. Era el sello innegable de la prosperidad y de las grandes edificaciones, así como de extraordinarios niveles de desarrollo económico, cultural, militar e industrial. No quedaba cabeza derecha que pudiera entender la proposición de algo como la figura acomodaticia de un caballero a la medida. Con raros descarríos, el pueblo entero comulgaba como damas y caballeros de una sola pieza.



Seis décadas y fracción después pocos dudan de que la atmósfera que se vivía fue distante de simples sentimientos sin fundamentos, pasando a una auténtica colectivización de la decencia. Las quijadas rodaron por el suelo transcurrido un quinquenio, cuando a la huida del sátrapa se supo de rines de llantas afilados para castigar a enemigos desnudos y de brutales torturas selectivas en los sótanos de la policía política Seguridad Nacional. Igualmente ocasionaría gigantesco rechazo popular el enriquecimiento ilícito del jefe del régimen en unos trece millones de dólares entre 1948 y 1958, según cálculos atribuidos a la Contraloría General.


2017 ha traído la confirmación irrefutable de aquella hipótesis en los días que corren, porque en contraste hoy lamentamos la cantidad de jóvenes asesinados en plena calle durante protestas pacíficas, debido a la acción ventajista de militares y paramilitares cancerberos que arremeten en paralelo, indiscriminadamente con gases tóxicos, perdigones, metras y balas, contra ancianos, mujeres y niños acompañantes.  Si esta violencia supera por bastante la de los uniformados de los cincuenta, la estafa a la nación de los renovados depredadores revienta barreras de asombro.


Las denuncias nacionales e internacionales se producen a diario, sin que se encuentre localmente  tribunal ni contraloría comprometida con la misión ejemplarizante. En un solo caso, reseñado recientemente por EFE, bajo manejo del entonces canciller y actual presidente, en su propio despacho, se concedieron once millones de dólares americanos, en efectivo, para gastos publicitarios encomendados a la brasileña Mónica Moura, y a su esposo Joao Santana. El total aumentaría en 15 millones adicionales que no fueron pagados, aunque se arreglaron para cobrar 9 millones a empresas de Brasil con negocios en Venezuela.

El rescate de la decencia como norma de   convivencia tal cual lo propuso Cantinflas en “Caballero a la Medida” no sería en la actualidad un problema de regaños y sermones, o de falta de ellos, por parte de quienes asumen superioridad de propósitos sobre un sector aguijoneado que  defendería las malolientes “puputov”, descubriendo a la vez los síntomas de una enfermedad que hiede bastante peor. Aunque alguien crea estar pontificalmente por encima, la corrección de esa rebeldía seguramente tendrá  cura con modelaje y ejemplo de los líderes de mayor arrase y sintonía. Mientras tanto, el comportamiento “como caballeros o como lo que somos” brotará espontáneamente según venga.




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