Prohibido hablar
LUIS UGALDE
| EL UNIVERSAL
jueves 29 de
enero de 2015 12:00 AM
Es curioso, el
presidente de la Asamblea Nacional, desde el foro democrático creado para
debatir y aportar propuestas diversas a la solución de los problemas del país,
fue quien primero saltó diciendo que la Conferencia Episcopal no tiene derecho
a opinar sobre la situación nacional hasta que no se inscriba como partido
político. Fue el mismo quien llevó a prohibir que los partidos no controlados y
sumisos presidan una comisión parlamentaria, y que se inhabilite a los
diputados que no le agradan y a todo partido que no esté de acuerdo con las
políticas gubernamentales lo acusan de subversivo y de estar a las órdenes del
imperio, solo por el hecho de no creer que el gobierno que tenemos lo está
haciendo muy bien dentro de un modelo envidia del mundo. Los obispos no tienen
derecho a decir, como lo han hecho:
Que "la violencia social es cada vez
peor" y que la "crisis de inseguridad es intolerable".
Que tenemos "una deuda externa
gigantesca", "inflación desbordada", "desabastecimiento de
productos básicos", "empobrecimiento de amplios sectores de la
población", "corrupción administrativa" e "ineficacia de
las medidas y planes que está aplicando el Gobierno Nacional para
enfrentarla".
Que "la
causa de esta crisis general es la decisión del Gobierno Nacional de imponer un
sistema totalitario y centralista" que "atenta contra la libertad y los
derechos de las personas y asociaciones". Los obispos mientras no se
inscriban como partido no pueden decir que "el diálogo es la vía
indispensable para lograr la concertación y resolver los graves problemas de
nuestro país", ni que " los "líderes de los diversos sectores
políticos, empresariales, laborales y culturales deben participar en la
solución de dichos graves problemas". Les está prohibido decir que
"los líderes de la oposición están en la obligación de presentar un
proyecto común de país y trabajar por el bien de Venezuela, superando las
tentaciones del personalismo", que "el estamento militar debe actuar
con la imparcialidad postulada en la Constitución" y "que cada uno de
nosotros, como ciudadanos, tiene responsabilidades políticas que no puede
delegar". Que "el sistema económico que está imponiendo el Gobierno
Nacional es, a todas luces, ineficaz" y que "Venezuela necesita un
nuevo espíritu emprendedor con audacia y creatividad y que es urgente estimular
la laboriosidad y la producción dando seguridad jurídica y fomentando empresas
eficientes, tanto públicas como privadas". No están autorizados los
obispos para decir que "esta crisis nacional no será resuelta en su
totalidad sin una renovación moral y espiritual que lleve a líneas concretas de
acción", ni a pedirnos que "rechacemos la injusticia, la corrupción y
la violencia como males morales que hunden al país, y que vivamos de acuerdo al
proyecto del Reino de Dios predicado por nuestro Señor Jesucristo".
Los obispos que
se callen esas y otras opiniones y orientaciones sobre el país, pues no se
inscribieron como partido político. Y que los partidos políticos también guarden
silencio, pues si no están de acuerdo es porque son agentes golpistas del
imperio.
Ya sabíamos que
a las dictaduras de derecha y de izquierda, desde Franco y Pinochet hasta
Stalin, les gusta que la Iglesia los bendiga y alabe o se someta y calle. O si no
los callarán ellos asesinándolos, como ocurrió con Monseñor Romero por pedir a
los militares, en nombre de Dios, que dejen de matar campesinos.
Defender la vida
y la dignidad de los venezolanos y sus derechos humanos es una obligación de
todo seguidor de Jesús de Nazaret. No es una opción, sino una obligación llamar
a la conciencia de los venezolanos a "defender activa y firmemente
nuestros derechos y los derechos de los demás y exigir el respeto a las
condiciones necesarias para una convivencia nacional justa, pacífica y
provechosa para todos". Parece que todo eso es fácil de entender. ¿Será
que el presidente de la Asamblea Nacional confunde la República con un cuartel?
No es necesario
preguntarse por qué la inmensa mayoría de los venezolanos aplaude y agradece la
valentía y claridad de los obispos, justamente porque no están inscritos en un
partido político para defender al gobierno, ni para atacarlo. La palabra de
Dios no es para formar serviles ante los poderes, sino para despertar
conciencias en defensa de la vida y una convivencia política y social de
justicia, de paz y de amor.
fernandamujica@gmail.com
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