Probablemente son pocos quienes han sentido curiosidad por escudriñar la relación entre esos “.0” que se han venido añadiendo al término “WEB”, y la dependencia de cada ser a ciertos implantes dominantes en las manos de muchos, en forma de sinnúmero de aparatos portátiles inteligentes, destinados a la “comunicación” electrónica, pero igualmente a la virtual incomunicación interpersonal. El tema tampoco sería indispensable ni motivo de urgencia de mayorías, sumergidas como están a menudo y profundo, con aparentes propósitos evasivos, en distanciamientos tales que les transportarían a otros planetas. Entre jueguitos electrónicos, chat de escaso valor agregado, permutas de instantáneas, frivolidades en red, y exposición a delitos cibernéticos, quizás estarían padeciendo un síndrome que exige atención profesional. Así mismo, faltaría educación específica para que prevalezca el lado positivo de la evolución a la WEB 9.0, y más allá hasta el infinito, a la que se ha llegado d
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