DOMINGO 7: ¡NO JUDAS!



Josué Fernández
 
Judas Iscariote nunca fue acusado de haberle dado muerte a Jesucristo, pero sí de su complicidad en lo que se consideraría el supremo magnicidio pues, como se sabe, la Biblia recoge que al Hijo del Señor entre muchos le mataron. Lo que bien acopia la Sagrada Escritura para los cristianos es que, ese perverso discípulo suyo, se encargó de entregarlo a quienes luego montaron un juicio sumario condenándole a la crucifixión.

Tal vez por el decir de que “si no se es parte de la solución entonces se es parte del problema”, aunque Judas no fuera el asesino, por ese acto de un simple beso en la mejilla como señal para consumar su delación, él es acusado de traicionero, también de hipócrita, y por lo tanto el pueblo le reserva repetidas hogueras a distintas representaciones suyas, cada domingo de resurrección, por los siglos de los siglos. Sería el recordatorio del destino que aguardaría a los que califiquen como “judas”, tanto por sus acciones como por sus omisiones, sin que ellas hagan ninguna diferencia de peso en ese juicio eterno.

Por estos lados, los traicioneros e hipócritas de lesa patria, con besos fingidos a Venezuela, quienes actúan como apóstatas del credo criollo, parecen extranjeros indolentes que, por diversas razones, se sienten ajenos a la búsqueda de las soluciones que el país requiere con urgencia, y más bien agravan la situación al formar parte del problema que padecemos sin distingos de alguna naturaleza. Entre los que manejan el dinero desde el gobierno, o hacen sus leyes o distribuyen la justicia, hay los que practican el estrangulamiento de los demás, porque para nada importan los que están por fuera de su revolución, o se resisten a adherirse a ella como rechazo al chantaje oficial.

Se encuentran igualmente los que decidieron no meterse en líos, hay quienes les dicen “ni-nis” porque el asunto no sería con ellos directamente, y se hacen indiferentes e insensibles al dolor ajeno, al eximirse de prestar alguna contribución para mejorar el destino colectivo. Se abstienen en las consultas electorales, descalifican a unos y otros por igual como mecanismo de su voluntaria excomunión, evitando cobardemente cualquier lucha cívica, y duermen tranquilos hasta que el infortunio desbocado le toca a su puerta por la acción u omisión del gobierno, que están hechas a la medida sólo en beneficio de su parcialidad militante.

Queda por mencionar como categoría importante la de los maromeros políticos, de los colaboracionistas que, desde una perspectiva de cierta jerarquía profesional o social, tienen la encomienda de la justificación “imparcial e independiente” de cuánta anomalía ocurre a su alrededor, o  la explicación de las mismas como “completamente normales”, para desanimar iniciativas que pondrían fin a sus privilegios aparentemente desconectados del gobierno de turno. Siempre estarían listos para cambiar de bando cuando así lo requieran las circunstancias. Los hay además que se atreven a proyectar  el futuro de Venezuela sometido al yugo fatal de su mecenas, hasta el final de los tiempos, con la salvedad de la ocurrencia de inesperados errores estadístico, como les ocurrió a varios con los resultados del referéndum de 2007.   No, Judas, por miles y miles de años los pueblos seguirán recordando tus infamias, y especialmente las que no prescriben, incluyendo el bochorno en toda tu descendencia en sus distintas ramas genealógicas.

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