DOMINGO 7: “Sacudón”
En términos de violencia son bastante parecidos un
sacudón, un jamaqueo, un derechazo o el más vulgar coñazo, en cuanto a
brutalidad descargada sobre otros, casi siempre de manera ventajista. Con esas
prioridades salvajes permanentes en las cabezas de quienes rigen en la
República Bolivariana (“RB”), semejante tara tenía que prevalecer para
denominar al conjunto de revisiones que anunciaría el régimen el martes 15
pasado, al mediodía, aunque al final terminaría siendo objeto de evasiones y
aplazamientos.
Como mujer habitualmente maltratada, con ojo morado
y huesos rotos tras casi 16 años de azotes parejos, la nación estaría callada
soportando castigos sin entender a veces dónde y cuándo falló, o quién y por
qué tomó provecho de ella hasta esclavizarla. Indudable caso –colectivo– de
violencia de género tendría carácter eterno, al no preverse su condena en la
“Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”,
la cual recibió ejecútese en marzo 16 de 2007.
El “sacudón” que asomaba amenazante quedó para
mejor momento, y la mujer maltratada hace cálculos infelices porque tal vez se
olvide la pela avisada, se cambie por torturas graduales menores, o aun reciba
perdones como en tantas ocasiones en que el marido volvió arrepentido a decirle
que los abusos no se repetirían. De esas cosas no se sabe claramente por el
temor de las victimas a confesarlas, pero hay relatos sobre la culpa que se echan
sobre ellas mismas por provocar la paliza, al hacer perder los estribos a sus
atacantes, cuando ellos en realidad –por amarlas demasiado–,
solo deseaban escarmentarlas por bien suyo.
El expediente de atentados contra la mujer, tras el
andamiaje de “RB”, alcanza por extensión a medio país que aguanta callado,
aunque se cuenta a algunos responsables individuales apresados in fraganti, por
lo general en medio de escándalos pasionales. El promedio de denuncias e
investigaciones sería apenas de un 2%. Sin embargo, resulta descomunal la impunidad para causantes de los peores daños –los
de carácter masivo–, derivados de órdenes de represión y
exterminio de manifestantes. El suicidio del boxeador Edwin Valero, el día
después de asesinar a su esposa, tipifica la primera lista. En la segunda, únicamente
aparecen nombres de mujeres agredidas
públicamente, debido a complicidades
para encubrir a agresores.
Cuando la violencia del “sacudón” se haga realidad
finalmente –ahora aplazado para agosto–, los más conformistas comprobarán una
desgracia mayor porque el régimen genocida sentirá que sus privilegios siguen
esfumándose. Desde 2002, quizás antes, crecieron los moretones sobre cuerpos y dignidades de
mujeres pisoteadas, constatados por Elinor Montes, María de Lourdes Afuni, Marvinia
Jiménez, María Corina Machado. De máxima gravedad, por acción y omisión, las defunciones de Geraldine Moreno Orozco, Glidis Karelis
Chacón Benítez, Doris
Elena Lobo, Gisella
Rubilar, Mariana Ceballos, Génesis Carmona, María Julieta Heredia, Luzmila Petit de Colina; y la de Adriana
Urquiola, de cuya muerte con 5 meses de embarazo, se incrimina a Yonny Bolívar,
alias “Capitán Bolívar”, escapado de “RB” con consentimiento de funcionarios.
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