DOMINGO 7: Dejar hacer
Dejar
hacer la guerra, o dejar hacer la paz pareciera ser el dilema al que se ha
llegado en la República Bolivariana (“RB”); aunque ciertamente el resultado
final estaría condicionado, a un solo lado, por el uso que se está consintiendo
de las armas de fuego del propio gobierno y de los “colectivos” de civiles, de
común procedencia para arremeter salvajemente contra los demás.
Del
otro lado solo sobreviviría una noble resistencia, tras la burla habilitante continuada
al fallo del referéndum de 2007, opuesto a la imposición del fracaso
castro-comunista-cubano. Aguante de pie a ese contrabando con dirección
descarada desde la Isla, y la complicidad de una camarilla de extranjeros
infiltrados, y conocidos vende-patria. Rechazo al fracaso que llama a fracaso, el
cual envuelve a la “RB” también desmoronándose ahora, con escasez de toda
clase, excepto de inseguridad y violencia callejera.
En una de parecerse a lo que supuestamente es lo
que más se aborrece –la derecha y el fascismo–, el régimen bolivariano se opone
a la “demonización” de colectivos aparecidos en manifestaciones ciudadanas
pacíficas, como en su tiempo lo hizo Adolfo Hitler con la Chauffeurezka
–por la reunión de choferes–, convertida luego en paramilitares, y en su
guardia personal y armada. Bassil Alejandro Da Acosta, Roberto Redman, José Ernesto Méndez, y Génesis
Carmona, son estudiantes cuyas vidas cortadas se extenderán por siempre en clamores
de castigo a tales crímenes.
El 20 de Febrero,
pero de 1859, en Venezuela se inició una guerra civil, conocida luego como “la
guerra de los 5 años”, y en cuya proclama el coronel Tirso Salaverría atribuyó
la acción a una frustración por el apoyo a una revolución a la que se sintieron “Atraídos por los encantos de su
programa fascinador, concurrieron a consumarla todos los venezolanos; y su
triunfo no ha producido otros gajes que el entronizamiento de una minoría
siempre retrógrada, siempre impotente en su caída, siempre ávida de satisfacer
innobles venganzas”...“Proclaman la libertad en las elecciones; y nunca las
elecciones se han verificado más a expensas de la libertad del pueblo. Invocase
como el garante más seguro de la soberanía popular el voto universal en las
mismas elecciones; y lo que hemos visto ha sido el escarnio del voto universal”.
Es evidente que, en
1859, la complacencia de algunos llegó a su límite, y los venezolanos de
entonces trascendieron al “Dejar Hacer, Dejar pasar”, como emblema de su destino.
Quizás como estos jóvenes de hoy,
quienes han escogido no quedarse de brazos cruzados y correr el riesgo de
intentar adueñarse de su porvenir, protestando programas escolares con los que
pretenden lavar el cerebro de sus hermanos menores, disposiciones de frustrar
posibilidades de adecuados servicios públicos, de salud, vivienda o trabajo,
por la única garantía del desempleo seguro en el país que se les viene encima,
sin plan alterno creíble para detener la caída. Y, de ñapa, en pleno
recrudecimiento el encarcelamiento, la tortura y la persecución de inocentes.
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