DOMINGO 7: MIMULUS


Resulta obligatorio el hablar de terapias y de  remedios patentados o naturales, en tiempos de enfermedades individuales y/o colectivas, imaginarias o reales, calculadas políticamente o no, que provocarían grandes miedos a unos y otros, y que  dejarían impedidos de pensar y decidir con claridad a quienes las padecen.  En tal sentido, en un recetario de fácil alcance y venta libre, prescrita especialmente para “sacar a la luz el valor y la fuerza”,  se encuentra la opción de la flor de  Mimulus de acuerdo con el Dr. Edward Bach, bacteriólogo, médico y patólogo  inglés, cuya vida se extendió entre 1886 y 1936.
Según lo recogerían los escritos de Edward Bach, el mismo que da nombre a las pócimas de “Las Flores de Bach”, el Mimulus alivia determinadas dolencias como las de muchos de los venezolanos de hoy, encerrados en su miedo a cosas mundanas; enfermedad, dolor, accidentes, pobreza, oscuridad, soledad, desgracias. Los miedos usuales de la vida. Esta gente carga en silencio y con reserva sus temores, no hablan abiertamente sobre ellos con los demás”.
No obstante, Edward Bach habría profundizado el tema al llamar igualmente  la atención sobre un rosario de errores o pautas emocionales equivocadas que pueden causarnos una serie de enfermedades o desequilibrios, tal cual  se lee en www.enbuenasmanos.com, en artículo de Gemma Monter. Las culpas que quebrantan  a la gente serían su ignorancia,  egoísmo,  inestabilidad, odio, crueldad y codicia,  por las que pasamos la mayoría de los mortales aunque hay a quienes se les salen hasta por los poros.
En un resumen de esos errores, sus definiciones, síntomas y algunas formas para su cura se diría que la ignorancia consiste en la carencia de la luz del conocimiento, y a oscuras no podemos ver, por lo que engendraría miopía; siendo una clave para abandonarla el ejercitar la capacidad para expandir la mente. El egoísmo por su parte, se identifica en la actitud mental competitiva que ha colocado las posesiones mundanas (la ambición, los deseos y los placeres) por encima de los auténticos valores de la vida; enfermaría de neurosis, y se superaría dedicando  a los demás las mismas atenciones que nos dispensamos a nosotros mismos.
Sigue la inestabilidad que ocasiona la indecisión y la flaqueza de propósitos; se manifiesta en desórdenes que afectan el movimiento y la coordinación muscular, como los “tics”, y dentro de su tratamiento estaría  el gobernar la voluntad con la conciencia. El odio brotaría a consecuencia de la ira que se manifiesta con un temperamento violento e incontrolable y     provocaría ataques de nervios, histeria, soledad. A la crueldad se le reconocería por  la falta de caridad... es la falta de piedad. La crueldad produciría dolor mental o físico, y para abandonarla se necesitaría desarrollar la benevolencia y la misericordia.
Finaliza el orgullo, representado por el amor propio del ego que ha llegado a creer que es real, y se ve reflejado en  Parálisis y  Envaramiento del cuerpo. Se curaría aprendiendo a perdonar y a aceptar el perdón de los demás. De último queda la codicia o ambición, el deseo de poder y de dominación de los demás y es la causa secreta del odio. La codicia origina dolencias que transforman a quien las padece en esclavo de su propio cuerpo, limitándolo y frustrando sus deseos o ambiciones. En 1930, Edward Bach justificó las Flores de Bach porque “son beneficiosas en su acción y no provocan empeoramiento ni reacciones, ya que su efecto es para mejorar". 

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