DOMINGO 7: LOS ÚLTIMOS FAUNOS


Aunque la mayoría coincide en que los faunos son sólo personajes mitológicos, de leyendas de dioses griegos y romanos, resulta corriente descubrir en la prensa, la radio y la televisión el empeño imaginario de algunos versados por meter “ajuro” en esas historias idílicas a los principales protagonistas del acontecer político venezolano, vengan del oficialismo o de sus adversarios, y caer ellos mismos de paso en igual condición superrealista.

La versión básica más generalizada sobre los dirigentes del oficialismo y sus comunicadores los ubicaría dentro de una tradicional percepción italiana, según la cual las representaciones de sátiros y faunos conllevan alusiones más o menos explícitas al vicio, la borrachera y la lascivia. Estos dioses clásicos serían también maliciosos y bastante alocados, amén de muy temidos por las doncellas y pastoras. Desde tal perspectiva, los abusos y desmanes que se cometerían o promoverían desde el gobierno, no podrían calificar de otra cosa que de  lo que corresponde a esa naturaleza de individuos, y por lo que nadie se debería sonrojar ni esperar que fuera diferente. Resignación.

Para otros, los menos ingenuos entre los observadores de los vaivenes de los hechos políticos nacionales, la categoría de faunos no es una exclusividad del oficialismo, pero quienes son los antagonistas desde la oposición más bien responderían a la imagen que se tiene de ellos en la Centroeuropa, donde se les considera  de actitudes amables, idílicas, familiares y cercanas.

En ese terreno especulativo diario de la prensa, radio y televisión, el torneo de opiniones  de los comentaristas profesionales va por la suma de puntos a favor o en contra de  instintos o de racionalidad de los protagonistas en la faena política, y para lo que tendría mayor valor el exhibicionismo mismo de sus apuestas que los propios resultados, o las consecuencias finales sobre Venezuela. De tanto castigar o premiar anticipadamente las iniciativas políticas en marcha, antes de convertirse en hechos,  algunos versados asumen roles de simples intrigantes que luego harían gala de su infantil trofeo del “te fijas, lo que dijimos” si es que saliera mal. Para los triunfos no hay monsergas, es lo que corresponde, según ellos prescriben sin presión alguna o tal vez azuzados por intereses de fracciones.  Por ahora ya no quedan faunos, en ninguno de los bandos. Son gente de carne y hueso.
 
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