Josué D. Fernández A., comunicólogo

La condición del ser humano de escalar muy alto, hasta elevarse sobre la tierra, tiene importante antecedente en el siglo XVIII, con la aparición del globo aerostático. En el mundo de hoy, ese concepto de soñar con alturas se renueva a diario, mediante esfuerzos de superación de gente incansable, a pesar de la incesante conspiración de mediocres, bajo pretextos conformistas, entreguistas, cultos a la flojera, y hasta por ideologías retrógradas de demanda notable en sectores de mayor vulnerabilidad. El auge de elevarse individualmente aparecería con la recompensa de despegar del suelo, ganada por los primeros valientes en subir al monoplaza aerostático. No obstante, luego de coronados esos pioneros, el premio se ha puesto más al alcance con la admiración generalizada de los "selfis" de hoy, el reconocimiento social,   y la búsqueda de excepcionales para encargarles objetivos y   tareas de relevancia en cualquier área. La decisión de formar p

Los laberintos resultan cada vez de mayor complejidad porque la resolución de uno sugiere  otro superior, y sucesivamente, sin causar temores de extravíos, en exploración interminable. La información es de tal magnitud que hasta deja sedimentos de incredulidad. Ha resultado extraordinario como la "data" guardada en nubes del ciberespacio, a la mano para interesados avisados, está impulsando la capacidad de desenlazar entuertos de cualquier naturaleza, que habitualmente rompían la cabeza, aunque aún persistan viejos y nuevos peligros.  Ejemplos de suprema visibilidad en concreto -súper bien armados además-, se alzan en el primer mundo en cinturones viales de incontables ramificaciones, montones de pisos habilitados para el tránsito, y conexiones inimaginables con distintos puntos cardinales. Destinos imposibles en el pasado, sin largas demoras y contratiempos, pero ahora un privilegio ordinario para el que dispone de un 

El inesperado congelamiento de la operatividad de una "pc" o de un teléfono móvil, es tal vez el trance   que más sobresale entre las rutinas de hoy, como asunto que merezca la angustiada clasificación de "colgado".   Por derivación, el fastidio que produce ese percance, también se ha endosado como mote a personas que no terminan de arrancar, de pasar de página, en su desenvolvimiento habitual, bastante alarmante entre personajes públicos engatusadores de oficio, en particular. Sin embargo, está por saberse de los colgados del segundo grupo,   cuál es el provecho que justifica su pertinaz   y aberrado empeño, atosigando audiencias ya "colgadas" igualmente. Como muestra, entre agentes de la dictadura que opera en Venezuela, semana tras semana se   saca a relucir por televisión un primitivo mazo de violencia, del que ya habría tomado debida nota la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, para el expediente preliminar

Aunque resulta difícil de tragar -cual pasaje de Jonás y la ballena-, la realidad muestra que de los denominados súper racionales también se cuentan historias, con parecidos a las atribuidas a escasos cerebros de ranas y escorpiones, o de enredaderas parasitas, en las que sus coincidencias finalizan con la muerte provocada, de manera reciproca. Se trataría de enlaces sin felices términos, porque envolvería a especies con íntimas razones muy distintas, a pesar de algunos rasgos comunes. Una etiqueta de “intragable” identificaría a esos individuos cuando procedieran de supuestos niveles superiores de inteligencia, y que ya no responderían a militancias en bandos distintos, sino a aparentes desarticulaciones suicidas, quizás por cruces  de plasmas incompatibles. Se les ha visto en las estragadas inmediaciones venezolanas donde falta mucha comprensión y ayuda,  pero como si vinieran de mundos extraños,  pues ellos permanecen ciegos y sordos a los padecimientos y sufrimientos aje