“ORO DILUIDO”

Es la forma de etiquetar los restos en extinción de esa bendición natural que, junto con el petróleo, se escapa por avaricia de mandos insaciables de riquezas, saqueadores para beneficio personal de tesoros escondidos que fueron pertenencia de la nación entera. Cada día se comprueba, con mayor calentura, como el lema populista de “Ahora Venezuela es de todos”, terminaría siendo de uso exclusivo de delincuentes en diferentes niveles civiles y militares, comisionistas y testaferros, públicos y privados.



















“La leyenda del dorado”, viejo cuento de escuela primaria con el cual se hizo mito de una supuesta viveza indígena, frente a ambiciones de conquistadores de hace más de 500 años; ahora vuelve como tragedia de crudo realismo en las fosas oscuras contaminadas de mercurio y cianuro, de contrabando de combustibles y lubricantes; de focos de destrucción del ambiente natural; de tráfico de drogas prohibidas; de explotación física y sexual de hombres y mujeres en las minas; de peligrosas enfermedades; de muertos  y heridos por represión de operaciones calificadas de ilegales, por  posesiones de botín, y por graves accidentes por los riesgos asumidos.

La extensa lista de sucesos de crónica roja perturba la paz de 2 millones de personas decentes que habitan el aurífero estado Bolívar, al sureste, sobre una superficie superior a los 240 mil kilómetros cuadrados.  Sitio de la caída de agua más alta  del mundo, el famoso Salto Ángel, y de una población que todavía se recrea con el ritmo de calipso que les recuerda buenos tiempos de “Guayana Es”, como lo interpreta el grupo “Convenezuela”.


En estos días se descubre la nueva pifia de haber tirado a la basura 1.200 millones de dólares en lingotes de oro, los cuales estaban en manos del banco alemán Deustche Bank, como garantía de una inmensa riqueza que se convirtió en metal precioso derretido, sin que se supiera cómo se gastó, aunque existen pruebas de que no fue en aliviar, siquiera un poco, el hambre, o la falta de medicinas, que se padecen en Venezuela.

Para aumentar los males casi nadie se arriesga a dar más dinero al fiado, porque ahora mismo los cobradores reclamarían  la demora en el pago de 3.500 millones de dólares que Venezuela y su petrolera estatal PDVSA debería solo por intereses vencidos. Tampoco habría mucho dónde pescar para especuladores de los mercados internacionales, debido al retraso, que sumaría otros 550 millones de dólares, en intereses de bonos de la deuda, y  que igualmente repercuten en el encogimiento de fondos de unos y de otros. La falta de confianza en los gobernantes venezolanos pone difícil la orden de arriba de  pagar 1,12  millardos, miles de millones, de dólares del bono Pdvsa 2017, y de lograr un refinanciamiento de la deuda externa.

En tal apuro, si el norteamericano Nat “King Cole” estuviera vivo y fuera contratado como asesor financiero, seguramente habría llamado con su música a “tomar chocolate y a pagar lo que debes”, como la consigna del bodeguero.


En lo interno del país, el oro diluido también se nota en monedas y papel de juguete en la práctica, por salarios mínimos a trabajadores, después de un chorizo de aumentos que asfixian a las pocas empresas que todavía se mantienen cojeando, pero que no alcanza a 4 dólares y medio mensuales; con el ajuste de este primero de noviembre, y según la tasa difundida en el mercado negro,  el único lugar que ofrece cifras diarias sobre valor de operaciones de compra-venta con bolívares devaluados continuamente. 

El salario mínimo es ya tan mínimo, que es el más bajo de América Latina, incluyendo al que ordena pagar el castro-comunismo cubano allá dentro de su isla. El caso de Venezuela, bajo el régimen de la llamada “revolución bolivariana”, repite por aquí  corregida la secuencia del “padre bodeguero,  hijo millonario y nieto pordiosero”.

El oro llevado a  la forma diluida mediante trácalas adicionales llena páginas de crónica roja en la prensa que difunde noticias de las minas de “El Callao”, las cuales padecen la estrofa que en otros tiempos fue alegre, y la cual oímos al principio, de “es mi tierra , suelo rico en oro, con sus cuántas minas que son un tesoro”. Un testimonio fresco lo escuchamos de seguida en breve reporte del periodista César “Solito” Decán, desde el lugar donde se registran sucesos lamentables semanas tras semanas.

























El artículo adosado forma parte de “Experiencias Mayores”, suplemento en el programa “Estamos en el Aire”, a las 4:30 de la tarde, cada sábado. Breve espacio editorial ligero, con música a propósito del asunto que trata, entrevista y  gotas de humor.  Por http://www.radiorumbos670am.com.ve/, en cuya discusión los interesados pueden tomar parte por los teléfonos +58 212 284.04.94 y 285.27.35, o mediante mensajes directos por Twitter, a Josué Fernández, @jodofeal, o aquí en www.comunicadorcorporativo.blogspot.com










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