ENTRESIJOS DE “MILLENNIALS”, por Josué D. Fernández (*).
Con
el tradicional objetivo de ganar, los juegos
que gozan de gran difusión en estos días del tercer milenio se van desplegando
–preferiblemente–, sobre pantallas táctiles electrónicas de mayor o menor
tamaño y resolución, individualmente o en equipos reales o virtuales. Con base
a obstáculos para vencer, pero también con las herramientas que pudieran
derribarlos mediante el grado de habilidades, esfuerzos o demás recursos de que
disponga el o los jugadores.
La simple lección anterior se comenzó a repasar
desde pequeños en la ya avanzadita generación de “Milennials” que corre con el siglo
XXI, progresivamente en "DS",
"tablets" o teléfonos móviles "tranquilizadores",
atendiendo a la tolerancia o medios de los más adultos a cargo. Las primeras videoconsolas
de furor descomunal pararían en tiendas de antigüedades, museos o en basureros.
"Pasar
al siguiente nivel" de competencias mayoritariamente ficticias y sin
consecuencias lamentables casi siempre, vendría a ser una de las formas nuevas de estresarse
existencialmente, muy temprano. La cuestión
terminaría en un reto de creatividad para los desarrolladores de entramados con
múltiples entresijos para novatos, y del otro lado incansables laboratoristas
de ensayos y errores hasta hallar fórmulas de escalar a la etapa que sigue y
obtener recompensas superiores.
Puro
aguante, sin amilanarse segundo, o minutos tras minutos, parece resumir el arte
de triunfar en la actualidad. Desde luego, en los lugares donde ese lujo es
posible porque no hay interrupciones terroristas, de persecuciones ideológicas o raciales, de guerras declaradas, de amenazas de abusos imprevistos, o de
estallidos de violencia domestica o callejera.
Pero
en condiciones adversas tampoco las soluciones se distancian demasiado del
paradigma para resolver entresijos de “Millennials”. Aunque en ambientes
hostiles requerirán de verdadera astucia, perseverancia y valentía, pues los
peligros que acechan ocasionan en realidad graves daños e inclusive muertes en
los peores casos, o dirigen a perversas
antesalas de humillaciones, esclavitudes o tiranías. A veces, los ataques se vuelven de manera
natural contra los esbirros y son los mismos mercenarios oficialistas quienes
padecen asfixia por sus propios gases tóxicos, y el efecto de vientos
justicieros.
Los
riesgos son inevitables como ahora se están viviendo a diario en Venezuela,
bajo una abierta dictadura altamente represiva del pueblo pacífico, siguiendo
el miserable modelo del castro comunismo cubano. Las armas, municiones y
explosivos son los recursos de los opresores, sumados a la indolencia frente a
heridos y caídos, niños, adolescentes o ancianos, los cuales alientan a
permanecer en la resistencia para el ataque sorpresa definitivo, a través de
las grietas de cualquier error de cálculo de los agresores, a punto de sucumbir en las celdas de sus
aterradoras, dolorosas e infinitas pesadillas.
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