RETORNO DE LA LICANTROPÍA, por Josué D. Fernández (*)
De
vez en cuando hace falta repetir la narración de experiencias pasadas, que de mantenerse en las mentes de siguientes
generaciones les prevendrían de chascos, o simplemente de pérdidas de credibilidad y seriedad en apariciones públicas. Tal
auxilio podría ser vital para mantener el respeto de los demás, evitando la
sorna que ocultan frente a reposiciones
de una licantropía aparente y a destiempo, la cual despertaría sospechas de “trastornos
mentales en que el enfermo se cree transformado en lobo e imita su
comportamiento”, según prescribe la Real Academia Española.
En
sentido general, la ignorancia de la clave de la supervivencia en épocas
distantes sería una causa suicida para la proclamación voluntaria de
parentescos con seres salvajes que, de ellos poder imitar voces comprensibles
para los humanos, posiblemente también rugirían “No nos van a domesticar, vamos a seguir portándonos mal”. Significaría
hacer valer su naturaleza depredadora mediante búsqueda indiscriminada de presas, ocasionar múltiples daños a su paso, y gruñir de manera intimidatoria, provocando
miedo como mecanismo de defensa. En la vida real existe la seguridad absoluta
de que las bestias se han extinguido porque sus violentos ataques por sorpresa,
y la prominencia de sus fauces y garras, en algún momento han sucumbido a la
superioridad de los pueblos necesitados de remediar esos estragos.
Adicionalmente,
de manera ordinaria se considera que la licantropía hasta donde puede tomarse
en serio seguiría ciertos lineamientos, compartiendo rasgos tanto con embrujos
como con sus males asociados a la
pérdida de control, y la eventual transformación física impulsada por la luna
llena. En gran número de historias reportadas, el trastorno de la bestia sería
igualmente temporal si es que llegara a salvarse de las arremetidas para
limpiar las comunidades de especímenes desnaturalizados.
Un
rugido anterior al citado en el segundo párrafo, articulado recientemente con la excusa de
responder por el régimen venezolano a declaraciones nada complacientes del
presidente de Perú, probablemente surgiría de precedentes en el contubernio español
que le serviría de inspiración. Allá, el secretario general de Podemos, Pablo
Iglesias, defendió en 2016 la decisión de su partido de romper las
negociaciones con PSOE y Ciudadanos para intentar formar gobierno. “Han querido
domesticarnos… para convertirnos en una fuerza domesticada”, afirmó en un mitin
celebrado en Barcelona.
Obviamente
que los asumidos a sí mismos y en
consecuencia como fieras indomesticables; o no saben, o les tienen sin cuidado, el final
a palos de cuanto esperpento animal ha
aparecido amenazador sobre la tierra, como el de un ejemplo así ilustrado en Wikipedia. Tiene
fama suficiente “la Bestia de Gévaudan (en francés, La Bête du Gévaudan;
pronunciación en francés: /la bɛt dy ʒevodɑ̃/, en occitano, La Bèstia de
Gavaudan) es el nombre histórico atribuido a un críptido devorador de hombres,
semejante a un lobo, perro o perro lobo, que asoló la región de Gévaudan,
ubicada actualmente en el departamento francés de Lozère, en el sur de Francia,
entre 1764 y 1767”.
Sin
embargo, en la onda de la infaltable excepción a la regla, pronto viene de
estreno en 2017 una nueva versión de “La Bella y la Bestia”, con personajes de
carne y hueso, en la que se descubre detrás de un horrible exterior animalesco,
el corazón amable y el alma del verdadero príncipe humano en el interior. No
obstante, la contrafigura de Gastón asimismo intentará cazar a Bestia para
despojarlo de su enamorada. Es que las bestias, y peor si rehuyen a la
domesticación, no son dignas de confianza.
Gracias. Voy a estar pendiente de esta version de la BELLA Y LA BESTIA, cuyos comentarios ya ruedan en escala mundial. Por aquí hay muchos lobos contagiados de la Licantropía. Saludos
ResponderEliminarMe agrada esta nueva oportunidad de ratificarte afectos. Abrazos
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