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Mostrando entradas de septiembre, 2016

TERAPIAS DE TUMOR MALIGNO, por Josué D. Fernández (*)

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La lesión que hoy padece Venezuela encaja bastante en la sintomatología de tumor maligno, propagado además a órganos fundamentales. De los cinco componentes de su ADN constitucional, cuatro muestran prominentes desórdenes fisiológicos, y solo uno de ellos, la Asamblea Nacional, se mantendría resiliente pero con alarmantes signos de debilitamiento, provocados por el acoso indetenible de ese entorno. Para el diagnóstico del tumor maligno aquí referido, se prescinde de comprobaciones complementarias a través de rayos “X” o análisis de sangre, porque los desarreglos se registran en ataques continuados que se cuentan por años, contra el mapa de funcionamiento o carta originaria, en especie de suicidio de células enfermas que arrastran igualmente a las más vulnerables, todavía sanas. Cuando se presentan estados parecidos en los individuos,  desde temprano sobran recomendaciones de expertos y curanderos en intento apurado por salvar la vida del enfermo, a través de terapias quí

Venezuela ’86, por Josué D. Fernández (*)

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Recrear ciertos detalles de treinta años atrás, es un ejercicio que permite descubrir advertencias que en su momento pasaron desapercibidas. Sería el caso de la persona maltratada que ahora repite en popularidad, en letra y música de la composición “Hasta que te conocí”,  por la muerte de su autor, el mexicano “Juan Gabriel”, el último agosto. En el estreno, casi nadie prestó atención a la historia de esa canción , a pesar de la insistencia en emisoras de radios de golpecitos de  xilófonos y conteo de las horas del día, así como en los bares que todavía mantenían rocolas a gran volumen para ensordecer despechos. La nostalgia que cantaba el verso, no era para venezolanos ─“bobalicones” quizás diría Chirinos─. Yo vivía tan distinto,  algo hermoso                      Algo divino, lleno de felicidad Yo sabía de alegrías, la belleza de la vida Pero no de soledad, pero no de soledad De eso y muchas cosas más Yo jamás sufrí, yo jamás llore… Era imposible ponerse e

CUENTO “El Día Después”, por Josué D. Fernández (*)

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Al amigo Miguel Ángel Alvarez Cumare  (Q.E.P.D.) , asiduo acompañante de estas líneas, y cuya chispa se fue con esta luna llena para unirse a la Gran Luz del Universo. El día después es el peor que sigue a cualquier maxi celebración o cumbre, en la cima más alta o al nivel del mar, da igual; y alcanzaría a la serie completa que va desde ricos por peculado a desalineados, incluyendo desubicados y coleados. En particular los festines que nada les cuestan a los convidados, con frecuencia llevan a excesos y desenfrenos, cuyos efectos empiezan a patentizarse antes de ver volar a músicos y mesoneros. ─Algo me decía que la fiesta debería seguir hasta impedir la salida del Sol─ se repetiría a la par como estribillo debajo de cada almohada, clavada con tachuelas a sinnúmero de cabezas negadas a levantarse. Sólo se oiría de sordo complemento, el estruendoso sonido de la tortura del vacío sin fin. Asi, apenas ojos medios entreabiertos tomaban conciencia de que ya pasaba de la una

MAREAS ALTAS, Josué D. Fernández (*)

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Entre los primeros aprendizajes en la escuela básica están precisamente los efectos de la atracción de la Luna sobre las aguas, sus mareas y demás envolturas del planeta Tierra. Sobran explicaciones de la maestra,  interpretaciones de iluminados,  o diagnósticos de salas situacionales, para comprender de inmediato el peligro potencial que representan. De allí quizás, que se sienta miedo desde pequeño a terminar en la lista de individuos a los que les “pega la luna”, son “lunáticos”, o “andan en la luna…” Por iniciativa propia, entonces, para protegernos de maleficios, reales o supuestos, tratamos de aprender rápidamente cuáles fases serían las más amenazadoras, y descubrimos como tales a la “Nueva” y la “Llena”. Nuestro libro aclara que, cuando hay luna nueva y llena, el Sol, la Luna y la Tierra se alinean y las mareas son mayores. Se llaman mareas vivas. Las mareas de mayor intensidad se producen en luna nueva, ya que la gravedad de la Luna y del Sol tira en la misma direcció