DOMINGO 7: Deslave
En diciembre
venidero se cumplirán 15 años de un lamentable deslave causante de inmensos
estragos, razón por la que se guardaría en las mentes como el terrible desastre
del estado Vargas. Igual fecha también instituiría el lloriqueo de muchos por
la aprobación de un referéndum devenido en la cesión de la muy flexible “Constitución Nacional” vigente.
Esta, de grosero manoseo eternizado por el mismo régimen que la propuso, y por su dañino efecto colateral, ya se le
menciona como el preámbulo de la mayor tragedia de toda la historia del país.
Ambas
adversidades se habrían fraguado en el último trimestre del año en que
ocurrieron según datos refrendados del desastre natural, más confiables que los
corrompidos para su nefasto suceso gemelo. Las precipitaciones registradas en el aeropuerto de Maiquetía presentaban
un promedio anual de 510 milímetros durante los últimos cuarenta años, pero en noviembre, y especialmente en diciembre, se produjeron 15 días de
lluvias torrenciales continuas desde finales de noviembre, hasta alcanzar 911mm
en 3 días. Las lluvias fueron de gran magnitud y en particular, el día 15 de
diciembre en la noche, en una hora se acumularon
más de 72 milímetros. Casualmente, el comportamiento documentado de los últimos
cuarenta años pasó inadvertido por negligencia oficial para el primer evento; y
por subestimación de la mayoría popular al apoyo a un tirano, para el segundo.
En
el último trimestre de 2014, las lluvias
no anticiparían todavía un nuevo deslave para Vargas, pero sí asomarían
un peligro para el otro proceso que, paralelamente, sobrepasó a la desgracia de la vaguada, a
pesar de aquel triste saldo de 15.000 desaparecidos, 3.500 millones de
dólares de pérdidas, la destrucción de más de 15.000 viviendas y unos 75.000
damnificados. El fuerte “Cordonazo de San Francisco” -caído el 8 de octubre este año-, se sintió en la característica tormenta, e
igualmente en las bases del régimen que se enredó en la explicación de la
muerte de un aliado activista del colectivo “5 de Marzo” armado para defender
su revolución, y convertido de repente en “jefe de una banda de asesinos”.
Adicionalmente, una larga serie de problemas
sin solución gubernamental llevaría año y meses haciendo de cadena interminable
-pero de goteras-, que para coger resultarían
insuficientes los brazos de subordinados locales y de los colonizadores
castro-comunistas; o los tobos rojos que aún tendría el mercado tras la aguda
escasez de cuanto requiriere el ser humano para sobrevivir. La amenaza
creciente del derrumbe de los ingresos petroleros, a punto de repetirse,
provocaría los peores aprietos al llegar al final del compartir y repartir a
cualquiera, así prevaleciera por un rato el dejar a pocos jerarcas la mejor
parte.
La credibilidad para cumplir compromisos
internos y externos sigue en mengua, precisamente cuando habría que saldar
viejas deudas con grandes especuladores del planeta, proclives a ganancias y
riesgos, confiados en tribunales extranjeros. Ni pensar en un eventual bloqueo
de proveedores de importaciones, de las que se ha hecho dependiente la
economía, ante la destrucción de la producción local de bienes y servicios.
Crear monedas desnudadas de valor “fuerte” tal vez ofrecería alguna sensación electoral
de riqueza pasajera, que se esfumaría con los precios resultantes alcanzando
las estrellas. A este deslave, como en 1999, también se le oirían los peñascos
de diferentes tamaños rodando cerro abajo, desde arriba en el enclave de ranchos humildes.
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