DOMINGO 7: Tracalerías
Con
certificación indiscutible, el verbo “tracalear” y la acción y efecto de
la “tracalería” tienen en común su condición de uso en Venezuela solamente, sin
extensión a ningún otro país, según referencia de la versión en línea del Diccionario
de la lengua española (DRAE) edición actual —la 22. ª—. Allí estaría una
de las explicaciones, si se anotara el abuso corriente de aquellas
acciones, del porqué este territorio metamorfoseó hasta degenerar
en República Bolivariana (“RB”), como probable etapa culminante antes de
terminar hecha polvo final.
Imperturbabilidad de por medio, común a los
mandantes de “RB”, seguramente entre
ellos se disculparán excesos, apelando al caso extremo de la inocente serpiente
del Paraíso Terrenal, la cual encabezó el primer embauque y conspiración
registrados en la historia de la humanidad.
Sin embargo, entonces no existían los tribunales internacionales de
justicia de La Haya, para juzgar aquel daño, que provocó la expulsión de Adán y
Eva de la tierra de los privilegios, y
su desgracia y la de todas sus generaciones, por los siglos de los siglos.
Como años pasan de la existencia de “RB”, así se abulta el expediente de tracalerías
comprobadas de funcionarios de cualquier nivel de la administración pública. Para
reventar frenos y resistencias, tracalear ha sido una constante desde su
preámbulo en un alzamiento militar con un centenar de muertos; luego su
nacimiento montado en una asamblea constituyente sin previsiones
constitucionales para la época; apelaciones fraudulentas a causas sobrevenidas;
persecución de firmantes de listas obtenidas de forma ilegal; modificaciones ventajistas
del padrón electoral; complicidades incitadas en arbitrajes y auditorías
electorales, así como en tribunales de justicia. Mientras tanto, la economía y
el bienestar social se comprimieron con
el peso de una corrupción hipertrofiada, y solo quedó la muerte, cárcel y represión continuada de
estudiantes o de cualquier disidente.
De otro lado van los misterios de “RB”, entre los
cuales revestirían mayor gravedad el silencio oficial dado, en su momento, al
delicado estado de salud del presidente, para empujarle a la reelección y a encontrar
allí su propia muerte; la fecha y lugar dudosos de esa defunción; y el acta de
nacimiento que corroboraría nacionalidad y legalidad de quien le sucedería. Con
tantos antecedentes opacos, la situación viene empeorando en 2014 con la necesidad de desviar la atención de los
ciudadanos sobre el descomunal precio de alimentos y medicinas, la escasez de
esos bienes, y el colapso de servicios básicos como agua y electricidad. La
tracalería de estos días apuntaría a señalar culpables de un complot para
asesinar a quien ejerce de presidente, justamente entre notables opositores.
La tracalería como exclusivo patrimonio nacional de
“RB” tendría una vieja referencia, que también encajaría en el empeño de ir
hacia atrás del régimen bolivariano. Alexis Márquez Rodríguez, en diciembre de
2012, se la atribuía a “Doña Bárbara”, quien la utilizaría “para administrar su fama de bruja…”, de acuerdo a la novela de
Rómulo Gallegos de 1929. Igualmente, el Diccionario de venezolanismos, de M. J.
Tejera et/al, definiría “trácala” como “Estafa,
engaño, trampa”, y aparecería en obras de Lisandro Alvarado, R. D. Silva
Uzcátegui, Arturo Úslar Pietri y otros. Aunque en 2012 el profesor Márquez
halló usos parecidos en México, Puerto Rico, y Ecuador, según el DRAE de hoy,
la tracalería sería más bien exclusividad de “RB”.
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