DOMINGO 7:CACERÍA DE TIGRE
Con más rayas que una manada de
tigres, en “República Bolivariana” (RB) se
pavonean a las anchas de la impunidad institucional quienes ostentan el máximo prontuario
de violación de leyes, modificaciónes a
su antojo de aquellas con algún obstáculo superior a los planes de dominación
total, y aplicación de ventajismos y abusos, incluyendo represión ó persecución judicial al que no esté de
acuerdo.
Fieles a la forma de ataque en
manada de los tigres -lo cual ha hecho poca mella a la casi extinción de esa
especie animal -, los rayados dirigentes de la “RB” les imitan aunque llevan
rato en coros de llantos, temiendo igual destino en su futuro inmediato, y a
punto de exigir trato de mansos gatitos en el juicio popular del 7-O por la
acumulación de faltas graves en su régimen de catorce años.
En
la penúltima ocasión de militares gobernantes, encabezada por el dictador Marcos Pérez Jiménez,
su cuenta regresiva comenzó hace unos 55 años, cuando el 15 de diciembre de
1957 consumaron el fraude que les costó el derrocamiento el 23 de Enero. Poniendo barbas en remojo, el primer clamor de
la pretensión continuista de ahora, hasta por 20 años, es la solicitud
anticipada de reconocimiento a ese triunfo por verse en los comicios venideros,
pasando por alto sus artimañas interpuestas con recurrencia para impedir la alternancia
democrática.
Unicamente
en delitos de naturaleza eleccionaria, en “RB” sobraría experiencia directa del
ejecutivo, ó indirecta a través de otras organismos secuestrados, en diversidad
de fraudes denunciados como firmas anuladas de referendum en contra, inhabilitación
de oponentes con opción de propinarles derrotas, apropiación de partidos para simular
grandiosos apoyos, peculado de uso de vehículos oficiales en traslados de seguidores,
aprovechamiento del presupuesto nacional en compras disfrazadas de bienes y
servicios pero dirigidos realmente a la Campaña, financiamientos impuestos a
proveedores, etc.
Más
todavía, transmisiones ilícitas de propaganda en cadena de medios u obligación
de difusión gratuíta, amenazas a funcionarios para coartar su libertad, lista
de exclusión de oportunidades publicas a opositores, abultamiento de número de
electores con extranjeros, modificación de patrón y circuitos que acrecentan el
peso del voto a favor, reubicación de votantes lejos de su residencia habitual
y, como remate final, al cierre de mesas, adulteración de actas tras provocar ausencia
de testigos, con la totalidad del escrutinio para su bando, y hasta en cifra mayor
a la de inscritos legalmente.
La
reincidencia en esas formas de fraude, apenas significaría una raya más para un tigre, al que habría que ponerle un parao. Nada fácil por el bloqueo gubernamental del
camino democrático del pueblo, aunque tampoco imposible. Así lo demuestra la suma
de estos tigres cazados en el mundo, reponiendo paz y libertad perdidas a lugareños
aparentemente intimidados.
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