DOMINGO 7: “Godot” no viene hoy ¡Mañana Sí!
El escritor Samuel Becket, nacido
en Dublín (Irlanda), fue autor de un ensayo que luego integraría su primera
obra teatral estrenada en Paris en 1953, con el título de “Esperando
a Godot”. Hay
quienes atribuyen el éxito de ese clásico del “teatro del absurdo”, al momento en que aparecería -
luego de dos confrontaciones mundiales, el destape de los crímenes de Hitler y el
inicio de la guerra fría -, cuando “la búsqueda de un sentido a la existencia
humana se demostraba inútil, imposible de lograr”.
Para
los venezolanos retratados en el
videotape “CARACAS CIUDAD DE DESPEDIDAS”, aquellas tragedias quizás resultarían
casi insignificantes, por distantes, al lado de la
pesadilla de la que no despiertan en 14 años de extremismos, totalitarismos, violencia
e inseguridad callejera en el sitio en que nacieron hace bastante poco, sin
salidas probables además para los todavía sobrevivientes.
Antes
de los furores en la “República Bolivariana” (RB) por la vuelta de un supuesto salvador
resucitado desde la cama de enfermo, para unos; y para el resto por la creciente
ilusión de otro benefactor que equipare al actual pero de tinte distinto; la
historia de este territorio estaría llena de frustraciones dadas las
oportunidades correspondientes a cada nuevo “embarcador”.
Seguiría después la comprobación del fracaso al descubrirse todo igual, o peor,
y el interminable cuento de que la próxima vez sí vendría “Godot”.
Como
en ese teatro, aquí, en este mismo lugar, también se hallarían los personajes con
nombres distintos a los de aquella obra, pero interpretando cabalmente a Vladimir
y a Estragón a la cabeza de los dos bandos
circunstanciales; a Pozzo quien carga amarrado a su seguidor “Lucky” para que le baile y le lleve el equipaje, y a un ministro
de información que nunca trae la noticia veraz de la venida de Godot: Hoy
no, ¡mañana sí!
Quienes
trinaron desafinados en “Twitter” sobre la ocurrencia de “CARACAS CIUDAD DE DESPEDIDAS”, probablemente no encontrarían la explicación
a esa manifestación de cierto egoísmo ó ensimismamiento, en la reposición de un
lazo con los “existencialistas” y “el absurdo”
del hoy afortunado olvido del escenario
de “Godot”. Las justificaciones de la generación de 1950 y siguientes, en Europa, reposarían en los
cuatro años de la primera guerra, los seis de la segunda, y los doce de las
destrucciones a cargo del nazismo de Hitler, espaciados a lo largo de la mitad inicial
del Siglo XX.
Pero,
sin interrupciones, los venezolanos padecerían ya la concentración de unos
catorce años sin la brújula democrática que orientaba el destino de país hacia
niveles superiores de bienestar y progreso para todos, y ahora marcharía
militarmente en retroceso, con lamentable rumbo incierto, hundido en pareja con
la anciana desgracia de las opresiones latinoamericanas.
Como
bien lo sabría el pueblo, el deterioro de su realidad sería mucho más amplio que el del retrato
incompleto del video “CARACAS CIUDAD DE DESPEDIDAS”. El
desconcierto de los personajes de la escena en la ilustración de arriba,
parecería asimismo posado sobre la mayoría venezolana, a la cual le quedaría
como único recurso creíble el de esperar
que nunca el cielo esté más oscuro que cuando va a amanecer, como es sugerido
en la fotografía.
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