DOMINGO 7: Carretillas de Leningrado
Por Josué D. Fernández A.
Cuentan que en la Unión Soviética,
para detener los robos en un aserradero de Leningrado, las autoridades pusieron un vigilante que
conocía de sobra a los trabajadores del lugar. La primera noche, salió un obrero con una carretilla que llevaba un
bulto con apariencia sospechosa. -Muy bien, Petrovich, ¿qué llevas ahí? -Ah, es
solo aserrín y viruta - Qué pasó, Petrovich, si no nací ayer. Abre el bulto. El
obrero abrió el saco y, efectivamente, sólo había aserrín y viruta. El guardia
le permitió ponerlos de nuevo en la carretilla e irse a casa. Esto se repetiría
cada noche, una semana entera, y el guardia se sentía frustrado. Su curiosidad
venció su frustración y le dijo a Petrovich: - Oye. Yo te conozco. Dime qué estás
sacando de contrabando e igual te dejaré ir. - Carretillas, mi amigo. Llevo
carretillas (1).
Como guardián distraído
con aserrín y viruta, la República Bolivariana (RB) llevaría meses sin
pestañar con los frecuentes viajes de su primer mandatario al encuentro con
jefes de la dictadura comunista cubana, según fotos que se repiten una y otra
vez, aunque las excusas serían reclusiones indispensables precisamente allí por
la enfermedad que él padecería. Son secretas las ventajas de la Isla en esa
materia, así como los certificados de operaciones quirurgicas aplicadas, quimioterápias,
y radioterápias, en ese territorio deprimido por encima de medio siglo debido a
escasas oportunidades visibles de salud, alimentación y vivienda.
Las dudas crecen cuando el
mandatario regresa por unos días a su
país, y la prensa oficial pone énfasis en un sujeto saludable con fuerzas para
presidir consejos de ministros, participar en jolgorios, salir al “balcón del pueblo”, hablar en tono
destemplado en alocuciones por cadena nacional, asistencia a cultos y, en
resumen, lo que supondría que es alguien sin padecimientos ni siquiera de los duros
efectos secundarios que sufrirían dichos enfermos, como diarrea, fatiga, náuseas
y vómitos, trastornos en la boca, dificultad para tragar, cambios urinarios,
etc., más allá de un aparente sobrepeso y poco cabello.
El actual régimen de Cuba, a
partir de sus inicios, le puso el ojo a la riqueza proveniente del petróleo de
Venezuela, y al alcanzarla tal es un hecho, le urgiría preservarla por siempre.
Con ese fin no utilizarían precisamente carretillas de Leningrado, sino emboscadas tan graves
o peores al apoyo armado a la guerrilla de los años sesenta, a los golpes militares
de “El Porteñazo” y “El Carupanazo”, y más diréctamente a su paternidad de la
Invasión a Machurucuto, el 8 de mayo de 1967. Cada intento se pagaría con
sangre venezolana de la que existen dolientes con genuino pesar todavía, aunque
lleven el luto en silencio.
Como indiscutibles apátridas,
aquellas ofensas en vez de repudio merecerían aplausos de quienes tienen el
poder en la llamada RB. Caracas y La Habana se anudaron a un cable submarino
por donde circularía hacia la Isla la identificación de todos los de acá sin que
nadie se salve, datos de registros y notarías públicas, padrón electoral, censo
nacional, y cualquier añadido susceptible de digitalización. Sólo sorprendería
a idiotas la propia trampa armada en Cuba, entre convalecencia y convalecencia,
para facilitar a los dos socios la supervivencia hasta el infinito. Desde aquellas arenas nunca ha venido algo de
manera desinteresada, e invariablemente llega de contrabando.
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Así es mi querido Josué y lo más grave es que cuando este señor se vaya, de la manera como tendrá que ser, ojalá y con votos y no que la providencia decida antes; los Castro seguirán siendo dueños del país por mucho tiempo, son demasiadas las cosas que se han violado para que esto suceda.
ResponderEliminarEl colega y amigo Josué acierta con su sutil pero demoledor análisis, pues el innombrable que nos desgobierna trocó carretillas y virutas poraviones y oro.
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