DOMINGO 7: NÁMZUG
Por Josué Domingo Fernández Alvarado
El pasado 28 de Febrero se
cumplieron 183 años del nacimiento de Antonio Guzmán Blanco. Era abogado, mas
sí triunfó en el rol de militar guerrero y gobernó a Venezuela en
directo, por unos 14 años. No obstante, para completar ese período, él llegaría
por aclamación al último bienio por una gestión considerada de “prosperidad y progreso”. Así equipararía en insistencia, pero en su caso con
méritos históricos, a quién después en 2012, como nadie antes sin contar dictaduras
convencionales, se aferraria al mando burlando
y modificando reglas electorales de una obligatoria alternancia democrática.
Tal ocurre a los enfermos de poder, Guzmán se ganó la denominaciòn de “autócrata” aunque matizada con la
calificación de “ilustrado”, quizás
muy envidiada actualmente.
El ambiente del “Guzmanato” ó “guzmancismo” (1870-1877, 1879-1884, 1886-1887) ha sido descrito
como de “un evidente estilo de gobierno autocrático, represivo para con sus
adversarios y la oposición, una adulación y alabanza excesiva hacia la figura
de Guzmán Blanco, materializada a través de eventos, celebraciones,
manifestaciones públicas de reconocimiento y adoración al Ilustre Americano... fueron notorios
los cambios de nombres que sufrieron estados, parques y demás lugares,
rebautizándolos en su honor y la desmedida construcción de monumentos, estatuas
y demás proyectos de infraestructura, todos ellos atribuidos a su persona.(1)
Por otro lado, para una pequeña población
nacional de alrededor de 2 millones de habitantes, Guzmán se esmerró en las
creaciónes de una moneda moderna (el Bolívar), del himno nacional, el segundo
censo nacional, la Gaceta Oficial, el ferrocarril entre Caracas y La Guaira, la
Academia Venezolana de la Lengua, el servicio telefónico entre Caracas y La
Guaira, fomento a la agricultura y a la educación (Decreto de Instrucción
Pública y Obligatoria de 1870), estímulo al comercio, e importantes obras
públicas: el Panteón Nacional, el Palacio Federal Legislativo, Teatro
Municipal, el Parque El Calvario, el Templo Masónico de Caracas, la Basílica de
Santa Teresa, la Santa Capilla, la estatua ecuestre del Libertador en la Plaza
Bolívar, la Plaza El Venezolano así como las fachadas del Palacio de las
Academias y el Palacio de la Exhibición, Palacio Arzobispal de Caracas y la Iglesia
de San Francisco.(1)
Ciento veinticinco años después,
es casi la misma lista obligada para
reconocer al país de no ser por algunas destrucciones notables de los gobiernos
siguientes. A la gestión de Guzmán también
se sumó la dotaciòn a Caracas, a finales del Siglo XIX, de cloacas y alcantarillas, aunque mal aconsejado, ordenaría que se
utilizara el río Guaire como la vía principal de desagüe de las aguas
residuales de la ciudad, siendo este uno de los grandes males que tiene en la
actualidad la ciudad capital (1)
No fue ese el único mal que
seguirìa vigente hasta hoy: La
prosperidad y progreso que se propagarían por todo el país durante la Hegemonía
Guzmancista, son comparables a los niveles de corrupción existentes durante el
régimen (1). Antes y después parecería dificil darse cuenta a tiempo,
aunque Edward Murphy lograría expresarlo en su célebre Ley: “Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará
en desastre, alguien lo hará de esa manera”. Pregunten a los venezolanos de
estos días por su suerte negativa hasta ahora .
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