DOMINGO 7: CUADRATURA DIFÍCIL
Por Josué Domingo Fernández Alvarado
Si se aprendiera desde niño que el ganador se lo lleva todo, el arrebatón sería la forma de vida tratando de cogerse siempre el botín entero
en cualquier relación de intercambio con otros. La receta del llamado Socialismo del Siglo XXI así lo observaría,
según dictados de su Jefe Comandante para cobrar el triunfo electoral de 1998, poniendo
acento en sectarismos radicales e insultos a los venezolanos reacios a
doblegarse a inapelables ordenanzas de cuartel. Bajo esos preceptos se ha acaparado
la justicia, leyes, contraloría, defensoría, procuraduría, poder electoral, y
se ha condicionado a la sumisión previa el acceso a empleos del Estado y
beneficios ciudadanos, incluyendo la distribución de fondos del Presupuesto Nacional
a gobernaciones y alcaldías que ejercen legítimamente su autonomía.
Esa deliberada ignorancia del otro
impuesta oficialmente a/por funcionarios, miembros del cogollo del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y a
algunos altos militares, no obstante ha recaído por igual en contra de disidentes
de sus propias filas. Como probable escarmiento
a los que se creían merecedores de impunidad similar a la del Comandante, de
allí también han salido condenados a la carcel y víctimas de otras maneras de
persecución por desacatar órdenes de un irrefutable autoritarismo.
Los hechos anteriores configurarían
la difícil cuadratura de una plataforma simple para la eventual escogencia de un civil ó militar que haga el quite al proclamado
lider insustituible, si lo impusiera el
porvenir. Bastante inmanejable resultaría la eventual coyuntura de ese vacío convertido
en ausencia temporal o absoluta tanto en la campaña electoral del continuismo como
en el mismo regimen si repitiera hasta
completar 19 años –que pareciera imposible–. Dentro de su gente apenas se
oculta el cansancio de obedecer como única expresión permitida de lealtad, represando
naturales reflejos para pensar, opinar ó actuar libremente. La percepción del
final de ese yugo saca a relucir las armas de los herederos del autoritarismo,
para definir quien se quedara como reemplazante absoluto del dueño del botín.
De otro lado, el país ha sido
testigo de una reconocida conveniencia a
los fines supremos de la Nación, manifestada en la reafirmación una y otra vez del respaldo irrestricto al ganador de las
elecciones primarias de la “Mesa de la
Unidad”, marcando un valioso precedente
que costará mucho superar en el oficialismo. Para éstos, el vencedor de una contienda
sucesoral no sería tema de una impracticable consulta entre seguidores, sino de
la superioridad en recursos del autoritarismo arrancados del abuso de fuerza,
ventajismos y zancadillas a los demás aspirantes a suplantar al máximo lider, en
plena concordancia con el medio de subsistencia transmitido con ejemplos prácticos
por su supremo conductor.
La vía electoral que permitió
encumbrar a los actuales gobernantes en 1998 ahora la tienen obstaculizada para
dificultar la entrega del poder a través de votaciones limpias carentes de
manipulaciones de registros, reglamentos y plazos que disminuyan ventajas. Los aleccionados
aspirantes a mantener el autoritarismo de un solo individuo –para no alterar su formula invecible–, entonces
se inclinarían por dirimir diferencias a la usanza del más fuerte, que descartaría
posteriores discusiones. Tampoco se confiaría en falsas promesas de cuotas proporcionales
porque los derrotados son ignorados, cuando el
ganador se lo lleva todo.
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