DOMINGO 7: LLANTO





Los impactos de balas que terminan en lágrimas y llanto de hombres, mujeres y niños, por daños causados a sus vidas o a las de otras personas, únicamente podrían signficar  un triunfo que mereciera alguna celebración, para unos pocos enfermos atrapados en  cultos raros a la muerte. En tal sentido, este y todo cuatro de febrero, la gran mayoría venezolana que respeta los valores de la humanidad revivirá su luto y el  triste recuerdo de la fecha de 1992, cuando se contaron decenas de muertes, en muy escasas horas, ocasionadas por un grupo ansioso principalmente de tomar el poder para persistir insistentemente en el goce de sus privilegios, como luego dejaría constancia durante los ùltimos trece años el Militar Comandante de aquella operaciòn. 

Sin embargo, en vulgar ofensa a la memoria nacional que conlleva un luto perdurable, hace rato se pretendería ignorar esas lágrimas y hasta burlarse de ellas, con celebraciones forzadas que buscarían demostrar que, mientras unos aún sufrirían su llanto, otros preferirían los jolgorios con gastos pagados, sin validar razones. La misma ruta de la profundización en la división barata y cruel del país, poniendo de un lado a los que ríen porque tienen el apoyo gubernamental reservado a sus seguidores, y del otro a los que se les persigue por estar en contra -aunque les alienta la esperanza del último que reirá mejor-. 

Pero, con las  fiestas oficiales venezolanas de cada febrero sus promotores también se aislarían del resto del mundo pacifista por el añadido de desfiles de tanques, aviones, armas largas, medianas y cortas, fusiles, soldados y milicias incondicionales, que amenazarían en primer lugar a los propios connacionales según sus reiteradas insinuaciones. Un grotesco escenario que contrasta con los de otros sitios en los que en igual mes se comienza temprano con paseos de carrozas, bailes, comparsas y disfraces, en eventos  populares los cuales ponen acento a la anhelada convivencia en paz de casi todos  los seres humanos.

Hoy, Venezuela se encontraría frente a una salida pacífica de así lucharla y ganarla sus ciudadanos, con potencial para secar lagrimas de  familiares y amigos de víctimas del uso irracional de instrumentos de guerra en nombre de falsos amores a la patria y a los pobres, ocultando reales pasiónes por el poder absoluto. Se acercaría la oportunidad para el consuelo de los perseguidos por pensar distinto, por negarse a convalidar abusos, ó por actuar diferente al establecido guión oficial. No menos importante, la ocasión abriría la posibilidad de frenar la violencia callejera que se encuentra desbordada por graves omisiones de las autoridades públicas. Ese nuevo ambiente, seguramente sería el más propicio para superar las condiciones actuales de supervivencia.  

Hace falta juntar desde ya cada fuerza posible para poner fin al continuismo del régimen instaurado en Venezuela en 1998 después de su fracaso como logia militar culpable del  disparo de sus armas a otros hijos de la misma tierra, y sostenido con ventajismos y sucesivas violaciones a la Constitución de la República. Una razòn común reposaría en la “Meditación XVII” del metafísico inglés John Donne, quien escribió en 1623: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas la pregunta de  ¿Por quién doblan las campanas?... doblan por ti...” El pasaje dió título a la novela “Por quien doblan las campanas” (1940), de Ernest Hemingway,  sobre la terrible Guerra Civil Española.

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