DOMINGO 7: ¡ES BUENO CANUTO!

Por Josué Domingo Fernández Alvarado



Nadie le podría negar al gobierno de los últimos trece años que ha sido el campeón de la inclusión, pero de la  extranjera, por su contrabando de funcionarios cubanos en Venezuela, los cuales vienen a expensas de los de aquí por privilegios que les niega su propia nación. También se extiende esa política de inclusión en la merma de los bienes públicos de los venezolanos, con las cargas desmedidas de contribuciones en maletines a Argentina, a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, miembros del Alba,  Bronx de New York, a la alcaldía de Londres, Uruguay en el hospital “Manuel Quintela”, casas en Perú, y pare de contar. Desde afuera, a la revolución bolivariana se le ofrenda con el coro de “son buenos los que dan” tomado de la canción de Miguel Matamoros “Es bueno Canuto”.

Sin embargo, a falta de dádivas en montos y calidad como las distribuidas puertas afuera, y para justificar la continuidad del peculiar Socialismo del Siglo XXI más allá de 2012, desde las tribunas gubernamentales hacia dentro del país se entona el complemento del coro “Son malos si no dan”,  con el que se asustaría a aspirantes a alguna de las dos millones de casas de  la relanzada Misión Vivienda, o a cualquier otro plan demagógico de cacería de  inocentes ya en vigencia, o de los todavía en el refrigerador esperando momentos culminantes de la campaña electoral del relevo presidencial. En el  nuevo engaño al electorado, ellos actualizarían su descomunal bazar de promesas y baratijas, copiadas de los espejitos para embaucar a los habitantes originales de estas tierras,  cuando fueron invadidos por extraños.

Así, en tiempos de indignados globales,   en vez de materia de oportunismos, la inclusión debería ser de enfoque nítido y de acciones  concatenadas con toda la sociedad, además del gobierno,  de manera de hacerla sustentable en el tiempo. Sin embargo, en Venezuela se ha quedado el concepto en vagas aspiraciones de idealistas, ó de oportunistas, algunos de los cuales atribuirían  al gobierno elevados índices de una cacareada inclusión de sectores marginales, aunque efectivamente su presencia sólo aumentaría  alrededor de los refugios de damnificados que se exhiben con descaro en los centro urbanos, meses tras meses, sin soluciones; o a las puertas de las morgues recogiendo a sus parientes víctimas de la violencia callejera que azota duramente a ese sector, ó simplemente deambulando como mendigos.

Tomando a los otros por tontos, con el añadido del insulto a la inteligencia básica, hay quienes menosprecian y descalifican cualquier oferta alternativa de líderes de oposición, por una supuesta  insensibilidad que le atribuyen a priori para esos elevados menesteres, ignorando el hecho comprobable  de que la baja opción del magnánimo gobierno actual apenas se palparía en la entrega al pueblo venezolano del sobrante de sus escaramuzas de origen y fines habitualmente inconfesables. Puras apariencias que no generan soluciones concretas a los infortunados del patio pero que sí avivan entusiasmos de despechados buscando perdón, ó de soñadores aún insatisfechos después de la vejez y de la viruela, ó de  encuestadores mercenarios.  Entre ellos, se cuentan personajes bien enterados de que ese  repele se halla consumido igualmente, en buena parte, en comisiones, peculado y otros tipos de corrupción, y que estarían casi intactos los problemas harto conocidos de los déficits alimentarios, educativos, y hospitalarios de los necesitados. Según algunos románticos, el discurso de amor gubernamental sería suficiente para compensar sus burlas continuadas en nombre de  los desposeídos - o sea, vitaminas de pura paja en discursos y cadenas -, en los términos de la incorporación de ese sector a contundentes oportunidades de progreso, y de  reconocimiento y satisfacción de sus necesidades.

El gran riesgo pre-electoral para la oposición - y de plena campaña para el gobierno -, sería entretenerse en debates para dirimir quién tendría mayor capacidad para ofrecer un bazar completo de pócimas y encantos mágicos que seduzcan a cándidos sin distingo de razas, sexo, ingresos o educación. El gobierno saldría ganador fácilmente por su acceso, blindado y sin escrúpulos, al uso ventajista de las finanzas públicas. Si fallara ese cálculo, quienes apuestan a los pobres como sus clientes eternos, debajo de la manga todavía contarían con su capacidad para  prender la mecha de agitaciones callejeras, basados en viejas destrezas para tirar la piedra y esconder la mano, e indolentemente azuzarían la temeridad de cualquiera que le sirva a sus verdaderos propósitos en contra de la libertad, y a favor del yugo social inspirado en el decadente régimen cubano.

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