DOMINGO 7: NEGRURAS

Por Josué Domingo Fernández Alvarado


Comer del “negro”, o “a costilla del negro”, había sido lo más común entre venezolanos. Hay que aclarar de inmediato que, con la anterior sentencia y las siguientes, no se busca ofender a la Red de Afrodescendientes de Venezuela, y mucho menos contravenir la esencia del proyecto de Ley Orgánica contra la Discriminación Racial, ya aprobada en primera discusión. Aquí se hace referencia al plato principal en la mesa criolla,  por cerca de un siglo, después del famoso reventón petrolero del pozo Barroso II en 1922. Se trata igualmente del alimento hecho una suerte de rebatiña oscura, sin fondo,  para el despilfarro y la corrupción descomunales, aunque insuficiente contra la gula que le persigue.
El asunto reciclado ahora, partiendo de una perspectiva diferente en cierto modo, tiene que ver más bien con la corta estrofa atribuida a Andrés Eloy Blanco, según la cual "Que coma un negro con un blanco, es extraña compañía. O el blanco le debe al negro, o es del negro la comía..." También se encuentra reportado  como “Cuando un blanco está comiendo. Con un negro en compañía.  O el blanco le debe al negro. O es del negro la comía”.  Así o asao, allí quedó patentada la perversa tendencia de los demás  de aprovecharse de un color de piel llegado a estas tierras con estigma de esclavo, y  al que mucho ha costado superar bromas y prejuicios a lo largo de los años.
La lista de comensales del “negro” venezolano está en una historia, cuyos capítulos de mayor difusión se refieren al abuso de las transnacionales  para producir a bajos precios, y ofrecer una mínima contribución a los dueños del subsuelo, mientras ellos financiaban a la par el desarrollo y la industrialización de sus países de origen, generando inmensas fortunas. No obstante, cuando llegaron los altos precios del petróleo, aquellos siguieron siendo ricos y los proveedores de la materia prima, mayoritariamente, se consumirían irremisiblemente en profundas pobrezas.
Pero, a los dueños oficiosos del petróleo siglo XXI en Venezuela, ahora se le suman nuevos foráneos que disfrutan la “comiita” del “negro”, con la que se cancelan misiones extraordinarias, por ejemplo la del Centro Carter que refrendó la legitimidad del gobierno en sus momentos de mayor crisis por la protesta ciudadana.  Se pagó bien ese importante aval, que permitió el descaro de entregar sin reparo cualquier financiamiento posible a la dictadura cubana, a los desmanes nicaragüenses, a la intervención en Ecuador y Bolivia para sostener sus regímenes confesados simpatizantes, así como al de Argentina, atrapado por la labia de los esposos populistas y retribuida con creces en maletines de diferentes importes. El disparate engrosaría con Petrocaribe, los miembros del “Alba”, el suministro de petróleo barato para sectores “pobres” de Estados Unidos, y para la Alcaldía de Londres, y el infortunio de la franquicia en Honduras con la salida de Zelaya.
Sección aparte del recorrido de los amantes del “negro” venezolano, desde afuera, la ha llenado en primer lugar el Brasil, de Lula da Silva, quien durante su gobierno no perdía oportunidad para alabar al colega limítrofe, mientras le ganaba la carrera erigido en el líder de la región codo a codo con las grandes potencias mundiales, a la vez que llenaba  de ganancias los bolsillos de los industriales, agricultores  y ganaderos brasileros. Poco satisfechos del buen negocio, sus sucesores ahora habrían requerido garantías que pasarían por ventas del “negro” a futuro, con precios congelados, y destino más a mano para las reservas nacionales en oro como prenda de empeño.
De fecha posterior ha sido la declaración conjunta de “mejores amigos”  entre Colombia y Venezuela, una vez devuelta la paz a las relaciones comerciales de los dos, aumentada con el elogio a la estabilidad regional que se proyecta desde el terreno del vecino, en gesto que debería culminar con la cancelación de las deudas pendientes en dólares, que son bastante. Sólo restaría incluir en la lista de los que quieren la “comía del negro”, a los rusos y las asiáticos, que tienen un cliente extraordinario al norte de América Latina, deseando darle continuidad a los negocios bilaterales con petróleo a futuro, susceptible de dejar de fluir como la luz por falta de mantenimiento, pero que igual se aseguraría cualquier pago con unas reservas de oro a la vista y al portador. Como los intereses no tienen prejuicios de colores ni ningunos otros, antes de sepultar al “negro” ya dan vivas al “catire”, que viene en lingotes.



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