DOMINGO 7: ROJO EN EL BLANCO

Por Josué Domingo Fernández Alvarado

Es definitivo, por ahora, el color rojo del régimen venezolano jugará banco en lo sucesivo, convertido además en blanco de repudio y vergüenza, dentro de las últimas acciones superfluas de gobierno destacadas en el discurso oficial. Desde el propio líder de la revolución, hasta los más connotados miembros de su tren ejecutivo, acordes con tan vital eje estratégico para ellos, ya comenzaron a vestir atuendos de tintes diferentes, mientras toma nueva dirección la persecución de los viernes a quienes no se identificaran con el encarnado bolivariano. Ahora se iría contra los saboteadores que, de manera despistada, insisten en sacarle más millas a sus viejas ropas de anteriores marchas y reuniones triunfalistas en plazas públicas,  así como no dejan de entonar el proscrito estribillo de “Patria, Socialismo o Muerte”.
A los escuálidos, a la ultraderecha, a los apátridas, a los pitiyanquis,  a los vendepatria, a todos los venezolanos que piensan diferente a los camaradas  obligados a abandonar su rojo tradicional,  ya se les ha exprimido hasta el hueso en 13 años de exclusión continuada, por lo que allí quedaría tan poco que roer que ya cabe alguna debilidad de carácter permitiendo tratamientos médicos a tres de los muchos presos políticos,  como la excepción que confirmaría las  reglas de hostigamiento a más de la mitad del país. De ese sector de la población, aunque no será detectado por las encuestas imparciales,  seguramente no saldrá ni-ni un voto para el Gobierno, en respuesta a la condena de dejarlo por fuera de cualquier oportunidad de origen oficial, con la mayor premeditación y alevosía.
Por lo tanto, el eje estratégico solemnemente anunciado en verdad tendría por foco a los que aún aparentan incondicionalidad, porque en el gobierno le temerían al precedente de la foto de una alta magistrada de confianza votando contra ellos en el 2007. Allí quedó constancia, real o trucada, del  peligro de extinción de los apoyos por tiempo  indefinido.  Hay otros resentimientos sin saldar como  el de la dádiva a regañadientes de la reelección continua para todos los cargos de elección popular, vengada luego por su autor con la imposición de la ley anti-talanquera, que convirtió en delito el derecho de los ciudadanos a pensar libremente, con énfasis en los militantes y socios del PSUV electos a la Asamblea Nacional, contra quienes caerían primero las sanciones si apoyaran otra alternativa política. A esas humillaciones a los propios,  faltarían por sumar todavía las pretendidas condiciones de sumisión a un restaurado Polo Patriótico, para  2012.
Bajando a niveles menores en ministerios y oficinas públicas, de donde esperarían más votos los ahora renunciantes al rojo-rojito, allí se aguardaría en la bajadita por la reparación de los sufrimientos plasmados en persecuciones institucionales derivadas de  la clasificación expresa o tácita de quienes están a favor o en contra de olvidar conquistas sindicales anteriores; ó se niegan a contribuir para el partido con una porción de salario ó para otros programas proselitistas promovidos por sus jefes, añadidas al encono y penalidades contra los ausentes al pasar listas en marchas y concentraciones de las pasadas de moda mareas rojas. Allí, la esperanza fundada antes de ser gobierno, se transformó con duras realidades en profundo dolor en las costillas.
En el estamento militar, los procedimientos aplicados a la población civil devienen en estratagemas para ascensos y demás prebendas, pero con grados superlativos de crueldad para los desertores como en el caso emblemático del general en jefe Raúl Isaías Baduel. Ya no iría quedando porción del país sin padecer algún método de opresión gubernamental, albergando además serios deseos de romper con ese yugo para volver a ser libre. Tal vez sea insuficiente el cambio o alternancia de tonalidad de las camisas, y el echarle tierra al “Patria, Socialismo o Muerte” como medio de arrepentimiento tardío para ahuyentar espantos y vestir de ovejita, persiguiendo una resurrección esquiva al final del camino desperdiciado, que consumió la gran oportunidad de construir un país unido, multicolor  y promisor, desde el inicio del siglo XXI, y que ya quedó y dejó atrás a quienes no aprovecharon su tiempo.

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