DOMINGO 7: “QUEBRADOS”






Por Josué Domingo Fernández Alvarado


Los “partidos” políticos, más bien los “quebrados” políticos: PSUV, tradicionales y reencauchados, de la mentada quinta o de las anteriores repúblicas,  tienen igual sentido, responsabilidades, éxitos o fracasos que los de  sus integrantes juntos o separados, quienes habrían convertido a esas instancias de la sociedad civil en contubernios apagados y sin brújulas por acción y omisión en comandita, como se deduce del vituperio bastante generalizado que merecen  de densos sectores  investidos por si mismos para “lanzar la primera piedra”, desafiando el reto bíblico.
En tal sentido, a las cloacas de los partidos políticos van a parar los insultos liberadores de las responsabilidades de cada ciudadano  en la exigencia del debido  decoro a las instituciones, públicas y privadas, y a sus propias personas,  mientras se pasa  esa rabia irrespetando las luces rojas en los semáforos, o montándose sobre  las rayas de peatones, o adelantando por la derecha, o trancando la vía cuando es evidente que el canal siguiente está atascado, por sólo mencionar unas pocas faltas de las más comunes entre la mayor parte de la población. En esa misma categoría de desahogo se encontraría el transitar por el hombrillo, y el acuñarse en las intersecciones congestionadas ignorando las colas de vehículos que llegaron primero. Al bajarse de sus automóviles, las filas se desconocerían por igual al momento de acercarse a un mostrador, y sería derecho adquirido el  atropellar al semejante que aguarda con justa prioridad por la atención correspondiente.
En la mejor tradición  del ventajismo individual,  pues los privilegios excluirían por descontado a los otros mientras no haya quien los dispute con un arma de fuego en la mano inclusive – como lo demuestra a diario todo tipo de delincuente –,  de las escenas mencionadas en los párrafos anteriores se sigue con la rutina arraigada en universidades, pasando por clubes, sindicatos, colegios profesionales, sistemas judicial, y en cuanta institución pública o privada se conozca, donde la consigna prevaleciente a la hora de repartir cargos sería la de favorecer primero a los familiares y amigos, sin importar credenciales ni experiencias más allá de esos vínculos originarios que resultarían indisputables en Venezuela, y la cual concedería  su aplauso siempre que reciba el beneficio, y sólo condenaría en caso contrario.
Unos y otros, que llenan los cascarones de los llamados partidos políticos, serían los venezolanos de este país de “quebrados”, como se les solía llamar a los reprobados en el sistema estudiantil a sus distintos niveles antes del cambio de nombre por “raspados”, y luego convertido en el “mea culpa” de la confesión voluntaria  del  “raspé” para asumir fracasos propios  en esos menesteres. 
Mientras cada ciudadano no asuma gradualmente su condición de  “quebrado” o “raspado” en conducta cívica y responsabilidad social, tampoco nos estaremos acercando a los partidos políticos que creemos merecer, y se hará peor la penitencia. Las víctimas de atropellos vivirán denunciando, acusados de conspiradores, y los victimarios anhelarán grados superiores de impunidad, según fuera su ausencia o presencia en el poder considerado excluyente por tradición aparentemente autóctona. Seguirán siendo “completamente normal”  las prácticas del  ventajismo, la mentira y el disimulo como norma proselitista, el clientelismo como filosofía y chantaje, el nepotismo, y la disciplina partidista justificando las componendas y complicidades, y con lo cual siempre quedaremos muy lejos del  país anhelado. Implicaría acabar, adicionalmente, con el tráfico de influencias y  la prerrogativa intimidante de ¿usted no sabe quién soy yo? “Quebrar” ya es también un sinónimo de amenaza de muerte, y “quebrado” del hecho consumado.






Josué Fernández

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