DOMINGO 7: ¿HOMBRE FUERTE PARA QUÉ?


Entre las diferentes clases sociales, sexos y edades, existe un segmento poblacional cuya vida en su país, su trabajo, su centro de estudios, y hasta en sus propias familias carecería de sentido si no fuera por la dominación de otra persona que les impone qué hacer, qué decir y hasta qué pensar. Son los siempre anhelantes por la llegada de ese alguien que les haría más fácil su existencia mientras les ahorre la preocupación de tomar decisiones, aunque fuera a cambio de simples ilusiones de que el futuro mejorará mientras mayor sea el sometimiento a esa voluntad creída superior.

A nivel individual, el resultado de esas dependencias mantenidas  en el tiempo se convierten en enfermedades de curación muy difícil  que conducen a insatisfacciones en la vida de pareja, al descubrirse  anulado alguno de sus integrantes, ó  al comprobarse que el maestro en el que se tenía fe ciega tampoco era infalible. Cuando ese mismo padecimiento se hace colectivo, entonces se convierte en sumisión a quien pueda ostentar la condición de “hombre fuerte”, por tantos años como dure la debilidad poblacional para reconocer que lo que no se logre por si solo nadie lo dará, sin su respectiva factura tal vez  muy costosa o dolorosa.

La historia de los daños colectivos a los que se ha llegado por esa vía presenta capítulos que tienen el protagonismo de  algunos dictadores emblemáticos que fueron llamados hombres fuertes como José Stalin, Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Mao Tse Tung, Francisco Franco; en Venezuela así se aclamó a Juan Vicente Gómez, y luego a Marcos Pérez Jiménez. Por América Latina, donde abundarían solicitudes de tal genero, la denominación le fue adjudicada a sucesiones de gobernantes en casi todos los países que componen la región, manteniéndose hoy en el más antiguo régimen de represión de libertades encarnado en las personas de Fidel Castro y de su sucesor su hermano Raúl.

“Patria o Muerte” en varias versiones e idiomas ha sido un grito de obstinación bastante común para promover ejecutorias de hombres fuertes en nombre de razones supremas, indistintamente de derecha o izquierda, como la raza aria, el nacionalismo, el militarismo y la lucha contra el liberalismo y contra el comunismo; pero igualmente, por otro lado,  para reivindicar ese comunismo llamado del proletariado  y de los más pobres. Es letra de coros entonados en desfiles, marchas, mítines civiles o militares, y cualquier otra función del circo del que se rodean, con gran estruendo intimidador como el rugido de las fieras para  amedrentar enemigos.

 Detrás de cada historia de hombre fuerte  a la par subyacen incontables prontuarios sobre asesinatos, persecuciones, encarcelaciones, torturas, limitación de libertades públicas, corrupción, enriquecimientos ilícitos, prebendas para familiares y amigos, lujos desmedidos para los suyos, y cuanto caracterizaría a los gobernantes que deciden sobre caprichos personales, y se mantienen por la fuerza autocrática de controles sobre los demás componentes institucionales. El ejemplo más reciente está en los expedientes que se viene publicando sobre Muamar el Gadafi, en Libia.

La gran oportunidad para los países de hoy, como en las grandes y más prósperas empresas mercantiles, se encuentra en la organización y  el trabajo en equipo, en los cuales cada quien aporta según su capacidad, y el liderazgo se ejerce tan solo para coordinar los esfuerzos concretos de apoyo a su planes, así como la administración de los recursos que  mejoran y estimulan la producción de bienes y servicios a favor de la colectividad entera sin distingo de edad, sexo o color, y con el mayor grado de satisfacción posible para todos.
 

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