DOMINGO 7: “INVENCIBLE”

 
Por Josué Domingo Fernández Alvarado
Con pocas excepciones nadie desea ser menos,  el objetivo fundamental es el de  emular al más popular, al más bravucón de la competencia, al líder astuto de los golpes altos y bajos; pero las mayorías sólo reconocen esas virtudes como reales al original, rechazando las copias, y lamentan las aburridas imitaciones que no despiertan gran interés, esas sin méritos propios para eventuales reemplazos del actor principal, de darse la ocasión de una renovada tanda de la  decadente secuencia. Los aplausos son para las reposiciones de capítulos y alargamientos superficiales del cuento, porque preservan el fervor conocido y alegran a la audiencia.

Al público que les sigue, algo le notan faltante a quienes aspiran a esa sustitución tras más de una década de ensayos y apenas remedarían el tono altanero, aunque completamente vacío en estos casos, por falta del blindaje que les conferiría impunidad, así como bríos perdurables para profundizar abusos en cada nuevo paso. En todo ese tiempo, afectados por cierto aturdimiento, la apuesta predominante del auditorio sería al simple reemplazo de actores, en vez del cambio a fondo del espectáculo. Los espectadores sólo pasarían el canal preferido para ver igual novela pero con  la cara de otro intérprete del mismo rol principal.

Entrevistadores de la prensa, la radio y la televisión, con papeles secundarios en la trama, serían colaboracionistas con la perpetuidad del fenómeno que ellos también reciclan, cada vez que provocan a los contendores espontáneos con huecas reacciones altisonantes a las improvisaciones del primer actor, dejando en evidencia esas pobres imitaciones al registrar frustración porque las acciones propuestas no conducirían a la lona al protagonista, y al fin del encuentro por fulminante “knock-out”.  Como evento frívolo y banal también quedan las convocatorias a manifestaciones de rechazo a manejos públicos porque sólo importaría el número de asistentes para determinar éxitos o fracasos.  Como conclusión, según proclamarían a diestra y siniestra, no habría salido, ni saldría, qué va, quien pudiera derrotar a la especie de “El Invencible Iron Man”. Nadie sería como él.

 La agudeza de tales entrevistadores llegaría hasta exigir la precisión por segundo de cualquier eventualidad pensada como respuesta a un ataque real o imaginario del protagonista, en sus afanes por mantener las prebendas que les deja su manido espectáculo. Por supuesto, el mismísimo sujeto toma nota y decide su estrategia por sorpresa, sin anticipos posibles, omitiendo las pistas claves del desenlace para que se mantenga la euforia del público.

En ese sentido, para Mahatma Gandhi resultó diferente hacer resistencia en la India al dominio británico, sin tener que detallar por anticipado cual sería su siguiente paso en el enfrentamiento con aquel imperio. Tampoco pretendía emular a sus agentes  en el verbo ni la acción, él se dedicaría simplemente a resistir, pero con digna firmeza “asimétrica”, rechazando la lucha armada y predicando la no violencia. Hay quienes interpretan que Gandhi no trató de ganarles a los personajes sino de dar lucha a fondo contra la trama que padecían los hindúes.

Este 30 de Enero se cumple otro año del asesinato de Mahatma Gandhi, y en su memoria se recuerdan algunas frases celebres que se le atribuyen:

 «Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego».
«La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia».
«La verdad es el objetivo, el amor el medio para llegar a ella».
 «No hay camino hacia la paz, la paz es el camino».
 «La vida y la muerte no son sino caras de una misma moneda».
  «Hay suficiente agua para la vida humana pero no para la codicia humana».

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